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La Mesa en Oslo – La Habana. Las complejidades del proceso

La Mesa en Oslo – La Habana. Las complejidades del proceso

Ninguna negociación de un conflicto armado resulta a pedir de boca. En el mundo, todos los procesos encarados de esta manera así lo enseñan, y la experiencia de Colombia no ha sido ni dejará de ser distinta: 1954, 1982, 1989-1991 y 1998-2002 así lo corroboran.

 

Con su interés, y consciente de este hecho, el presidente Juan Manuel Santos adelantó unos principios para que el proceso de negociación resulte exitoso, porque “la Mesa instalada deber ser […] seria, digna, realista y eficaz” (1). Y en la misma alocución enfatizó: “[…] esas últimas dos palabras: realista y eficaz, están muy conectadas. Si oímos propuestas que no son realistas, el proceso no va a ser eficaz”.

 

Sin considerar el tamaño que tiene en nuestra sociedad una opción militar y sus grandes intereses, llama la atención tal énfasis presidencial, ya que –de acuerdo a sus palabras– el respeto de los principios enunciados es el punto y clave para la suerte de la Mesa instalada tras varios meses de contactos y otros tantos de discusiones, en medio de las hostilidades y sus bajas y víctimas. Pero es contradictorio que, mientras dice y sustenta este criterio, actúe en vía contraria.

 

En efecto, el Presidente ha insistido en varias ocasiones, al hablar del tiempo que necesitará un acuerdo, en que “las conversaciones NO tendrán un tiempo ilimitado. Se medirán en meses, no en años”. Y reitera: “Este proceso, para que sea exitoso, tiene que ser corto; por eso hemos hablado de meses y no de años” (2). Por el tono de la declaración, o el tema es de consenso o se valora en Palacio como un sine qua non para el éxito del intento. Asunto muy complejo el de tener un lapso fatídico en el horizonte.

 

Si tiene validez la reciente declaración del comandante de las farc sobre el particular, ya aparece irrespetado uno de los cuatro principios señalados por el Presidente: la seriedad. Con reparo, el jefe insurgente precisó en entrevista reciente: “Se trata de una expectativa que él está generando por su cuenta, en contravía de lo pactado en la letra y el espíritu del Encuentro Exploratorio. Allí se concertó no poner fechas fatales, ni siquiera la palabra meses, así que lo expresado por el Presidente nos indica lo difícil que será este camino que emprendemos” (3).

 

¡Seriedad! Este principio, acentuado y repetido, y que viola una de las partes, encadena la ruptura de otro: el realismo. En medio del conflicto y con el paréntesis por décadas de los consensos y participantes necesarios por sumar, no es realista pretender una negociación en tan solo escasos meses. Si el Gobierno la considera viable, es porque está dispuesto a ceder en aspectos centrales de la negociación y el poder o, porque valora que la contraparte, por su debilidad o su derrota militar, está obligada a ceder en todo. De ser así esto último, quebraría un tercer principio relacionado por el Jefe de Estado: la dignidad.

 

Como es apenas lógico suponer, lo sustancial para un combatiente sentado en una Mesa como la instalada con sede en La Habana y una próxima en Oslo es actuar y comportarse con decoro, por lo cual, si no está derrotado, defenderá sus demandas con todos los argumentos y recursos a su alcance, hasta el extremo de no admitir el comportamiento de la contraparte y romper la propia Mesa. Si su contrario insiste en tratarlo sin decoro, es porque lo considera vencido, o porque en el curso de las negociaciones aspira a derrotarlo en el campo de combate y bombardeo. ¿Será este el fin al que aspira el gobierno de Santos? Fatal fuera para el proceso que, en unas primeras de cambio, el país así lo corroborara. Para todo connacional que aspire a vivir en paz, eso sería un gran error y, con seguridad, hará votos para que no suceda.

 

Actuar con esos quiebres no evita el camino trillado en otros momentos de negociación política que vivió el país: sin paz, pero con resguardo en una manipulación mediática para explicar una versión de los sucesos de dificultad y ruptura, opacando intereses y dejando en la nebulosa al conjunto social. De esta manera, se niega otro principio defendido por Santos: “aprender de los errores y aciertos del pasado para no crear falsas expectativas” (4).

 

Y de nuevo, aflora una ruptura en lo dicho por el primer mandatario, ya que, de no retomar el pasado ni valorarlo de manera profunda, opta el poder por la ventaja en el uso y la aplicación de las cortinas de la manipulación mediática.

 

Todo ello, en compañía y estímulo de los creadores de opinión que, una y otra vez, no hablan sino de la “dejación de armas” por parte de los insurgentes, sin tomar en cuenta los aspectos centrales del proceso que por fin debe encarar la Mesa: la búsqueda con respecto a la igualdad, la inclusión, la democracia, y el uso o límite del poder para la cual debieran aportar y preparar al país y la sociedad ante posibles concesiones en temas que de una u otra manera afectarían factores del poder político, económico, electoral, militar, comunicacional y de sus relaciones internacionales.

 

De así suceder, no fuera extraño el encrispamiento de contradicciones al interior del propio poder y que, por tanto, como rechazo a los acuerdos y concesiones en la Mesa que exprese parte de aquél –por defender o mantener sus privilegios–, se hagan explícitas las presiones a favor de culminar o romper la Mesa. Desde luego, rondan peligros para la esperanza. Si no se le explica al país la magnitud de lo que está en juego, se distorsiona la realidad con falsas expectativas. Un camino errado que ojalá no signifique la prolongación del conflicto.

 

Es el caso que, al abordar el tercer punto de la agenda concertada –”el fin mismo del conflicto armado”– (5), aparecerá un tema de grueso calibre: la dejación de las armas, que, como tal formulación, en principio y para sentarse en Mesa no tiene resuelto cuál será su forma e interpretación: ¿dejación –con– o –sin– entrega de los combatientes y fusiles? Sin duda, el Gobierno y su iniciativa social de apoyos exigirán su entrega.

 

Sin embargo, un acuerdo de paz puede requerir que la contraparte niegue esa interpretación y proponga fórmulas no sólo de curules en el Congreso y ventajas de ponderación electoral, sino, además, con respecto al poder del Estado y las armas. En el Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) exigió la incorporación de su tropa, con suboficiales y mandos, dentro de la policía. Es decir, tener ojos, manos y control –total o parcial– sobre uno de los factores de poder del Estado. Lo propio sucedió en Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que reconstruyó en 1979 el ejército nacional a partir de su tropa y mandos guerrilleros, cuando 10 años después perdió el gobierno en unas elecciones, evitó un conflicto –y la respuesta ‘anticomunista’ de los contra con apoyo de los Estados Unidos–, negociando con la triunfadora presidenta Violeta Chamorro la conservación del generalato y de la oficialidad en las fuerzas armadas sandinistas. Así, la Unión Nacional de Oposición (UNO) y el FSLN garantizaron la protección de su población y la no prolongación del rosario de víctimas.

 

Esta es una referencia. La contradicción sacará chispas de manera similar en asuntos como la tierra, frente a los cuales el Gobierno parte del derecho de superficie y la guerrilla ya avanzó que el tema exige tratamiento por regiones, “[…] y por tanto, habrá que hablar de unas cinco reformas agrarias” (6).

 

No extraña, entonces, que las dos partes en la Mesa hayan aclarado que el proceso será difícil (7). Y mucho más si no hay realismo, así como respeto de los acuerdos iniciales y de los principios proclamados como condición fundamental para su éxito.

 

1 Alocución del Presidente de la República, Juan Manuel Santos sobre el ‘Acuerdo General para la Terminación del Conflicto’. Sistema informativo Presidencia de la República, martes 4 de septiembre.

2 “Presidente Santos expresó su optimismo frente a los diálogos de paz con las farc”. Sistema informativo Presidencia de la República, viernes 21 de septiembre.

3 “Hemos estado dispuestos a la búsqueda de la paz”, entrevista a Timoleón Jiménez, semanario Voz, 13 de septiembre de 2012.

4 Alocución del presidente de la república, martes 4 de septiembre de 2012.

5 “Esto incluye la dejación de las armas y la reintegración de las farc a la vida civil, junto con todas las medidas del Gobierno para dar garantías al proceso de terminación”, ibídem.

6 Comandante Mauricio Jaramillo: “Estamos dispuestos a alcanzar la paz democrática y duradera”, www.rnv.gob.ve, 18 de septiembre de 2012.

7 Juan Manuel Santos: “Se trata de un camino difícil, sin duda –muy difícil–, pero es un camino que debemos explorar” (alocución del Presidente de la República, 4 de septiembre de 2012). Timoleón Jiménez: “[…] lo expresado por el Presidente nos indica lo difícil que va a ser este camino que emprendemos. De paso, evidencia de manera clara la estrategia que van a implementar: cuando no logren algo en la Mesa, intentarán imponerlo en los medios”. Entrevista al semanario Voz, 13 de septiembre de 2012.

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