Home Ediciones Anteriores Artículos publicados Nº 153 El desarrollo colombiano en el contexto de América Latina y el Caribe 1945-2015

El desarrollo colombiano en el contexto de América Latina y el Caribe 1945-2015

El desarrollo colombiano en el contexto de América Latina y el Caribe 1945-2015

Los vaticinios son dispares. En enero de 2016, la declaración final en la República de Ecuador de la IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), creada en 2010 y de la cual hacen parte 33 países, confirma el propósito de seguir trabajando por consolidar una región con cero pobreza e igualdad social.

 

Ante un augurio gris. Según la Cepal a partir de 2012 América Latina y el Caribe (AL-C) registra un estancamiento del proceso de reducción de la pobreza y la desigualdad, situación asociada a un contexto de bajo crecimiento económico mundial (2,6% en 2014 y 2,4% en 2015), la caída en el PIB regional (-0,4% en 2015), el fin del alto precio de las materias primas en los mercados internacionales, una mayor presión inflacionaria, la reducción del gasto público social y la disminución de la capacidad de generación y formalización del empleo. De esta manera, una vez más. la suerte de los pueblos de esta parte del mundo está atada a la dinámica de los países centro del sistema mundo capitalista (Gráfico 1) (1).

 

A la vez, durante enero de 2016 sesionó la edición número 46 del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, que reunió a los líderes y representantes con mayor poder en el planeta. Las más de 2.000 personas allí reunidas –jefes de gobierno de diferentes países, personas de negocios, científicos, sociedad civil–, debatieron los principales problemas de la agenda mundial (2).
Tres realidades y proyecciones, con diferentes intereses y una historia dispar para la región y nuestro país.

Un cambio con historia y en proceso

No es de ahora, desde 1945 los estados latinoamericanos y caribeños experimentan un proceso de cambio estructural en sus respectivas historias para articularse al sistema mundo capitalista; tan radical como lo que significó en la postrimería del siglo XV a los pueblos amerindios la invasión europea y la cruenta instauración de la Colonia.

 

América Latina y el Caribe (AL-C) conocieron desde siempre el desgarramiento de su consciencia, escindida entre la declaración de sus valores abstractos y los intereses concretos de los grupos de poder. Si bien a partir de la Segunda Guerra Mundial la región fue integrada a la corriente de globalización dominante, lo que determinó su posterior desarrollo económico, político, cultural y ambiental, quedando en condición de territorio periférico y neocolonias de los países imperiales (ver, Violenta acumulación de capital).

 

Sometimiento con vaivenes. Hasta 1960 se consideraba a AL-C como una unidad geográfica, socioeconómica y cultural, con una historia y un destino común. A comienzos de la década de 1970 la afirmación de la heterogeneidad latinoamericana y caribeña fue dominante en los análisis políticos e investigaciones académicas que acentuaban las particularidades y singularidades tanto sincrónicas como diacrónicas. A partir de los años 1980 nuevamente se tomó consciencia de la naturaleza común de los problemas y desafíos que enfrenta la Comunidad de estados latinoamericanos y caribeños referente a tres transformaciones históricamente necesarias: i) la profundización de la democracia radical e integral; ii) la orientación de la economía por los principios del desarrollo sostenible; iii) la fundamentación de la sociedad en la justicia, la inclusión, la cohesión social y la solidaridad.

 

Es en este contexto continental que situamos el desarrollo colombiano de los últimos sesenta años. Aquí sus particularidades:

 

Población

 

Las tres décadas inmediatas a la posguerra (1946-1975) transcurrieron en un ambiente económico internacional expansivo (entre 1950 y 1970 la economía mundial creció a razón de 5.5% anual). Este proceso favoreció en América Latina y el Caribe el crecimiento desde adentro (sustitución de importaciones y expansión del mercado interno) que dio impulso a la industrialización, a la migración campo-ciudad, a la mayor oferta de servicios públicos, a las mejores oportunidades de empleo e ingresos de los hogares. Consecuencia de este proceso la región registró un «boom» poblacional (cuadro 1 y gráfico 2).

 

Durante el período 1950-1975 la población se duplicó. En 1950 el número de habitantes pertenecientes a la comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños sumaba 168,8 millones de personas; un cuarto de siglo después alcanzaba la cifra de 325,8 millones.

 

 

 

 

 

 

 

 

En el transcurso de las tres generaciones de latinoamericanos y caribeños que habitan la región en los años posteriores a 1950 la población se multiplicó por cuatro: en 2015 la cifra aumentó a 634,4 millones.

 

Durante las siguientes dos generaciones, proyectadas hasta 2060, la población alcanzará el máximo de 793,0 millones; en adelante, hasta 2100, los habitantes llegarán a 721,2 millones si se consigue que el número medio de hijos por hogar baje a dos o menos.

 

En el caso particular de Colombia, la población se multiplicó por 4,3 veces en el período 1950-2015, al pasar de 11,3 millones de habitantes a 48,3 millones. Crecimiento poblacional que durante estos 65 años fue más más acelerado que el promedio de AL-C; en 1950 los colombianos representaban 6,7 por ciento del total, en 1995 concentró 7,7 por ciento del total de habitantes de la región, participación conservada hasta la actualidad.

 

Los 1,2 millones de Km² que integran el territorio colombiano representan 5,6 por ciento respecto del total del espacio latinoamericano y caribeño. La cifra de 48,3 millones de colombianos, hoy en día, es análogo a 7,6 por ciento de los habitantes en AL-C. El PIB colombiano contribuye con 6,1 por ciento del producto total económico; por tanto, la productividad media de la población nacional es inferior al contexto regional.

 

En el conjunto de AL-C desde los años 1990 el desarrollo social se caracteriza por la consolidación de la transición demográfica y el progresivo envejecimiento de la población. En particular, sobresale el crecimiento de la población tanto de adultos mayores como en edad de trabajar, la reducción de la fecundidad y el descenso de las tasas de dependencia económica, estos dos últimos fenómenos reforzados por el incremento de la participación laboral de la mujer y el aumento en sus niveles educativos.

 

Pobreza

Por su parte la evolución histórica de la pobreza en AL-C presenta cinco fases durante el período 1960-2015 que reflejan, a su vez, las condiciones de vida de tres generaciones de sus pobladores (cuadro 2 y gráficos 3 y 4).

 

Primera, avances positivos en materia de pobreza durante las dos décadas de 1960-1970; asociados con la expansión económica de post-guerra, la construcción del Estado de bienestar y el aumento en el gasto público social: el grado de incidencia de la pobreza cae de 58,0 por ciento en 1960 a 40,5 por ciento en 1980; esta dinámica favorece también a los pobres que se encuentran en estado de indigencia, es decir, con ingresos insuficientes para cubrir sus necesidades de alimentación: en 1960 una tercera parte de los latinoamericanos y caribeños vivía bajo condiciones de pobreza extrema, en 1980 el indicador cae a 18,6 por ciento. Sin embargo, este progreso relativo no es suficiente para que el número absoluto de pobres e indigentes disminuyan debido al rápido crecimiento del volumen poblacional: en 1960 el número total de pobres sumaba 128,3 millones de personas, en 1980 se aproximaba a 148 millones.

 

Segunda, esta tendencia al mejoramiento en los indicadores de pobreza comienza a desacelerarse desde mediados de la década de 1970 debido al «shock petrolero» y a la explosión de la deuda externa de los países de AL-C. La década de 1980 se conoce como la «década pérdida». El crecimiento del PIB real per cápita fue de 3,8 por ciento entre los años 1963-73; se desacelera a 2,5 en el período 1974-80; durante la década de 1980 cae hasta alcanzar la cifra negativa de -0,4 por ciento promedio. En el año 1990 el grado de incidencia de la pobreza era de 48,4 por ciento y el de indigencia 22,2. La crisis de los años 1980 y las políticas neoliberales de ajuste interrumpen la tendencia de las dos décadas previas, llegando al fin de la década con niveles de pobreza e indigencia superiores a los de los años 1980: 216,3 millones de la población latinoamericana y caribeña registraba ingresos por debajo de la línea de pobreza y 101 millones no podían adquirir la canasta alimentaria. El aumento de la pobreza durante este período se asocia con el aumento del desempleo, el deterioro en la calidad de la ocupación, las menores remuneraciones y el remplazo de políticas públicas sociales de carácter universal por fondos asistencialistas focalizados en la pobreza extrema y subsidios al consumo de estos hogares.

 

Tercera, durante la década de 1990 se consolidó el proceso de globalización del sistema mundo capitalista. A partir de estos años y hasta nuestros días el desarrollo de AL-C transcurre en un ambiente económico internacional de expansión irregular y claro predominio de la liberalización, lo que favoreció la idea de crecimiento desde fuera. El mayor grado de integración se observó en los mercados financieros, los flujos de comercio e inversión y en la irradiación de innovaciones tecnológicas provenientes de los países desarrollados. El crecimiento de los países de la región pasó a depender con mayor fuerza de la intensidad, extensión y calidad de su inserción en la economía mundial. A la par tomaron fuerza las ideas y valores en torno a la ciudadanía, los derechos humanos, la democracia política, el desarrollo social, el reconocimiento étnico y cultural y la sostenibilidad ambiental. La crisis financiera a fines de 1994 en México y sus consecuencias en la región dejaron en evidencia la vulnerabilidad de las economías de AL-C y, simultáneamente, cuestionaron la simplicidad de la ideología que asocia mecánicamente las mejoras económicas y sociales con el proceso de reformas neoliberales. El decenio de 1990 cerró con niveles relativos de pobreza que seguían siendo superiores a los de 1980; además, continuó el deterioro en la distribución del ingreso. En 1999 el índice de pobreza era de 43,8 por ciento y el de pobreza extrema de 18,6. En términos absolutos había alrededor de 224 millones de personas viviendo bajo condiciones de pobreza y 98 millones padeciendo hambre y desnutrición.

 

Cuarta, al finalizar el siglo XX comienza a registrarse la elección de gobiernos de izquierda y progresistas. A partir de la elección de Chávez en 1998 a la presidencia de Venezuela y los gobiernos de izquierda que vinieron a continuación, surgen los términos de “Revolución bolivariana” en Venezuela, “Revolución democrática y cultural” en Bolivia, “Revolución ciudadana” en Ecuador; y sobre estos proyectos sociales, intentos de construir teorías como “Socialismo siglo XXI”, “Vivir bien”, “Buen vivir” y “Socialismo comunitario”.

 

Como resultado del ejercicio de poder de estos gobiernos se logra la reducción de la pobreza, especialmente durante el período 2002-2012, tanto en términos absolutos como relativos. Entre 2002 y 2014 el índice de pobreza en AL-C pasó de 43,9 por ciento a 28,0; en términos absolutos el número de pobres cayó de 224 millones en 2000 a 180,8 millones en 2015. Los pobres que se encuentran en estado de indigencia, es decir, con ingresos insuficientes para cubrir sus necesidades de alimentación, también disminuyeron de 19,3 por ciento a 12,0 durante el período 2012-2014.

 

Quinta, en general los gobiernos de la región, y en particular los que cuentan con recursos minero-energéticos, dispusieron de abundantes fuentes financieras y presupuestales para sustentar sus políticas de desarrollo económico y social, derivados del alza continua que registraron los precios de las exportaciones. Con la destorcida de los precios en los mercados internacionales vino la debacle en la región: inflación galopante, recesión, déficit fiscal y desempleo. La caída de la pobreza se frenó a partir de 2012 (estabilizada en un 28 por ciento de la población) y la pobreza extrema (indigencia, alrededor del 12 por ciento) vuelve a crecer debido, de una parte, al aumento del costo de los alimentos que es superior a la inflación general y, de otra, al deterioro del mercado laboral.

En casa

Para el caso particular de Colombia, los indicadores de pobreza e indigencia siguen las 5 fases antes observadas para AL-C. No obstante, hay dos situaciones significativamente diferentes: i) Colombia registra en 1960 niveles de pobreza e indigencia bastante más altos que el promedio de AL-C explicado por el inicio tardío y atraso relativo de modernización del aparato productivo, un crecimiento demográfico más acelerado, la precariedad del empleo, la alta concentración del ingreso, las bajas cobertura y calidad en la educación, la violencia y el desplazamiento forzoso de población rural y la política social asistencialista caracterizada por su infinita ineficiencia y corrupción; ii) al adentrarse en la segunda década del siglo XXI, su situación social tiende a equiparse al promedio de AL-C; en el año 1960 el número de personas viviendo en condiciones de pobreza (11,8 millones) concentraban el 9,2 por ciento del total de pobres en AL-C (128,3 millones), en 1980 la participación relativa Colombia/AL-C en el número de pobres aumentó a 10,6 por ciento y en 2015 disminuyó a 7,5 por ciento, esto es, actualmente hay 180,8 millones de personas pobres en AL-C de los cuales 13,6 millones son colombianos. El logro de ubicarse en un nivel promedio de AL-C en lo referente a los grados de incidencia de la pobreza y la indigencia se explica por tres factores que han mejorado la situación socio-económica de las familias colombianas: i) el buen desempeño económico, ii) el mejoramiento en el empleo y las remuneraciones, iii) la transferencia de recursos desde el gobierno para subsidiar el consumo de los hogares en extrema pobreza.

 

Violenta acumulación de capital

Hay un nexo entre capitalismo, puro y llano, sin adjetivos ni tapujos, y en la última etapa entre capitalismo neoliberal y genocidio en AL-C. Durante la segunda mitad del siglo XX, la región vivió numerosas experiencias de aniquilamiento de masas de población en el marco de lo que se diera en llamar “Doctrina de Seguridad Nacional”. Continuos y diversos golpes de Estado efectuaron y encubrieron en diversidad de países tales manifestaciones de violencia, las que a su vez sirvieron para potenciar las dinámicas de acumulación de capital por parte de reducidos grupos oligárquicos. 

 

Economía

La disminución de la pobreza está asociada con el crecimiento económico; pero éste por sí solo no es suficiente. En AL-C el PIB se expandió en 161 por ciento durante el período 1960-1977, mientras la reducción de la pobreza fue de sólo 18 puntos porcentuales.

 

La experiencia indica que el crecimiento económico constituye una condición necesaria para enfrentar la pobreza. El mismo, sin embargo, no es suficiente y logra mayor efectividad cuando se acompaña de una mejora en la distribución del ingreso. Por su lado, el gasto social puede también contribuir a la disminución de la pobreza presentando como ventaja su autonomía relativa tanto del nivel como del ritmo de expansión del producto.

 

En el período 1940-2015 AL-C registra dos periodos de rápido crecimiento, seguidos de procesos recesivos y de crisis (gráfico 5). El producto regional se expandió en el extenso período 1950-1980 a un ritmo promedio de 5,5 por ciento; en la década de los años 1980 los efectos de la crisis de la deuda externa se sintieron con fuerza en la región y el promedio del PIB cae a 1,0 por ciento; a comienzos de la década de 1990 todavía estaban presentes los efectos de la crisis y la mayoría de países seguía instrumentando severos programas de ajuste para hacer frente a los agudos desequilibrios internos y externos; producto de los resultados de los planes de estabilización y del mejoramiento del escenario externo, el crecimiento del PIB de AL-C se situó en 3,2 por ciento promedio durante los años 1990; la década de 2000 empieza con un crecimiento de 4,1 por ciento y termina con un desempeño negativo de –1,2 por ciento en 2009 causado por la crisis financiera internacional (2008-2009), en promedio la economía de la región creció durante el decenio en 3,1 por ciento; durante la primera mitad de los años 2010 la economía creció a un ritmo promedio de 2,9 por ciento.

 

En 2015, el PIB de AL-C se contrajo en 0,4 por ciento, lo que se tradujo en una reducción del 1,5 del PIB por habitante de la región. Este resultado corresponde a la tasa de expansión más baja registrada desde 2009 y, sin duda, da cuenta de la agudización de la desaceleración que registra el crecimiento en el último quinquenio.

 

La contracción de la actividad económica regional fue consecuencia del menor dinamismo exhibido por las economías de América del Sur, que pasaron de registrar una expansión, como grupo, del 0,6 por ciento en 2014 a una caída del 1,6 por ciento en 2015. Este resultado está muy influenciado por el crecimiento negativo registrado durante 2015 en el Brasil (-3,8%) y en la República Bolivariana de Venezuela (-5,7%).

 

Por su parte Colombia registra un desempeño similar al de AL-C en la dinámica económica 1940-2015. Sin embargo, en términos relativos los resultados le son desventajosos durante los años 1940-1977 respecto al promedio de crecimiento del producto en AL-C; la situación cambia en los años siguientes; el PIB colombiano se expande a un ritmo superior durante 1978-2015 comparado con el promedio regional.

 

Durante el largo período de 1940 a 1980 la economía colombiana creció a una tasa promedio anual de 4,6 por ciento; durante los años 1981-1990 el crecimiento promedio del PIB fue de 3,4 por ciento; en la década de 1990 la tasa de aumento en el producto fue de 2,7 por ciento; la primera década del siglo XXI registró una expansión económica promedio de 4,1 por ciento anual; y en el quinquenio 2011-2015 su PIB crece a un ritmo anual promedio de 4,6 por ciento. En 2015 el país no escapa a la desaceleración de la economía regional, el PIB crece en 2,8 por ciento.

 

El bajonazo en los precios de las exportaciones de AL-C afecta adversamente las economías de todos los países de la región. Las caídas acumuladas entre 2011 y 2015 son de 50 por ciento en el caso de metales y de un 30 por ciento en el caso de los productos agropecuarios. El grupo de los productos energéticos (compuesto por petróleo, gas natural y carbón) es el que muestra la mayor caída dentro de los productos básicos (en 2015 su precio cae en cerca de 30 por ciento).

 

Equidad

 

El restringido efecto “derrame” del crecimiento económico sobre los sectores pobres de la sociedad se asocia estrechamente a la relación entre crecimiento y cambios en la distribución del ingreso. Una economía con alta concentración de riqueza e ingresos tiende a reproducir el mismo patrón al distribuir los frutos del crecimiento económico, siendo limitados los beneficios que se trasladan a los grupos más pobres.

 

La desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades de AL-C. Su manifestación más elocuente es la distribución del ingreso, que constituye, a la vez, la causa y el efecto de otras desigualdades en ámbitos tales como la educación y el mercado de trabajo. La matriz de desigualdad social en la región está condicionada por la estructura productiva, pero también por determinantes de género, etnia y grupos etarios que se entrecruzan y potencian (3).

 

En esta parte del mundo la concentración de la riqueza y el ingreso superan las profundas disparidades que caracterizan estructuralmente al sistema mundo capitalista. Si bien los peores niveles de desigualdad se registran en los países de AL-C hay que agregar tres fenómenos propios de la región, a partir de las años 1980: i) la implementación de las políticas neoliberales (liberalización comercial, elevados beneficios a la inversión extranjera, recorte de subsidios, primacía del mercado, fin del estado benefactor, privatizaciones y desnacionalizaciones) han agravado de manera inevitable la desigualdad, ensanchado la brecha entre ricos y pobres y desgarrado la frágil red existente de seguridad social; ii) durante los períodos de crisis, los costos de la recuperación los asumen los trabajadores y los sectores de mayor vulnerabilidad social, al contrario en los períodos de auge los sectores de mayores ingresos incrementan su apropiación relativa de la riqueza generada socialmente; iii) la implantación de políticas antipobreza han implicado un conflicto entre grupos medios y pobres ante la decisión de los grupos que controlan el poder de proteger a la clase capitalista para favorecer la acumulación (en general, los grupos medios son fuertemente afectados por las crisis, las políticas de ajuste y la desregulación de los mercados de trabajo).

 

La distribución del ingreso en AL-C y en Colombia registra tres momentos en el período analizado: i) durante los años de mayor expansión y crecimiento endógenos de sus economías, 1950-1980, las sociedades tienden a ser más equitativas; Colombia registra, a la vez, menores niveles de desigualdad; ii) en los años de explosión de la deuda externa y la implantación del “recetario” neoliberal, desde inicios de los años 1980 hasta mediados de la década de 1990, las disparidades en la distribución del ingreso aumentan; más pronunciadamente en Colombia sobre el resto de AL-C, manteniéndose alrededor del promedio hasta principios de la década de 2000; iii) en lo corrido del siglo XXI, el proyecto de redistribución progresiva del ingreso impulsado por los gobiernos de izquierda y progresistas en la región muestra como resultado positivo la moderada y tendencial reducción en la desigualdad; Colombia registra un desempeño más exiguo (gráfico 6).

 

En la distribución del ingreso por grupos socioeconómicos, sobresale la diferencia entre AL-C y Colombia. En las últimas décadas los grupos de ingresos bajos y medios mejoran su participación relativa en el promedio regional mientras que el 10 por ciento de mayor riqueza pierde levemente su importancia relativa; en Colombia, se exacerba la distancia entre pobres y ricos, los únicos que muestran un mejoramiento son las clases medias de nivel más alto debido a los cambios en la composición sectorial del empleo y al aumento en las remuneraciones al trabajo altamente cualificado (gráfico 7).

 

Con la excepción de Panamá y Costa Rica, el resto de países de Al-C presentan reducciones de la desigualdad en el período 2002-2013. Aunque las mejoras son muy importantes, a partir de 2012 se observa un pequeño retroceso en los índices de desigualdad, lo que indica un avance menos auspicioso que el previsto en años anteriores (4).

 

Empleo

En AL-C la insuficiente generación de empleos necesarios para absorber el aumento en la población en edad de trabar (PEA) ha dado origen a un incremento del desempleo abierto, sumado a cambios en la composición sectorial del empleo y a un aumento relativo del trabajo precario (cuadro 3, gráfico 8).

 

Las reformas económicas aplicadas en la región a partir de la década de 1980 tendieron a reducir la intensidad laboral del crecimiento económico e indujeron un desempeño negativo en este ámbito. En general, la participación del empleo asalariado en el total poco aumenta reflejando la debilidad de la demanda laboral; el empleo público no crece debido a los procesos de privatización y a las políticas fiscales restrictivas; el trabajo asalariado privado se incrementa más rápidamente en las microempresas. En promedio, tres cuartas partes de los puestos de trabajo se generan en el sector informal.

 

En AL-C, y en Colombia, se observa tanto un grado creciente de informalidad laboral como una tendencia ascendente del desempleo, de manera particular en el período 1980-2004. Este conjunto de fenómenos socio laborales repercuten negativamente en la pobreza y generan desalientos entre los jóvenes y los adultos que, queriendo ocuparse, no pueden hacerlo por falta de oportunidades.

 

A su vez, el desempleo y la informalidad inciden negativamente en el mejoramiento de la distribución del ingreso. Las tasas de desempleo e informalidad son más elevadas entre los grupos de menores ingresos, en comparación con los estratos más pudientes. Las tasas de desempleo e informalidad de los hogares más pobres duplican la tasa promedio, lo que acusa una aguda desigualdad. En estas condiciones, los beneficios del crecimiento, bajo la forma de más altos niveles de empleo y de salario, se concentran en los estratos socioeconómicos de mayor riqueza. Entre 2005 y 2015 la tasa de desempleo, en el conjunto regional (incluida Colombia), registra una tendencia descendente.

 

Sin embargo, en AL-C desde 2015 la tasa de desempleo, que a partir de 2010 se había recuperado de manera vertiginosa de su incremento en 2009, empezó a subir hasta alcanzar en el promedio anual un 6,6 por ciento (en 2014 la tasa cerró en 6,0%). Esto representa un incremento estimado del número de desocupados urbanos alrededor de 1,5 millones de personas, llegando a un total de 14,7 millones. Como consecuencia de la débil demanda laboral, el empleo asalariado registra un escaso crecimiento; por tanto, el aumento del empleo total se debe a la expansión del trabajo por cuenta propia, quedando en evidencia la evolución contra cíclica de esta categoría de trabajo a lo largo de los últimos años. La débil demanda laboral y la expansión del trabajo en las categorías no asalariadas (de peor calidad que el empleo asalariado) indican el deterioro de la calidad del empleo medio (5). En contraste, en Colombia la tasa de desempleo aún registra la leve tendencia descendente que viene desde 2011; en 2015 cerró en 8,8 por ciento, reflejando, a la vez, un desaceleramiento respecto a 2014 y una cifra aún superior al promedio de AL-C.

 

En conclusión, y más allá de los vaticinios de la Celac y los estudios de la Cepal, AL-C no alcanza aún el objetivo de un crecimiento de alta calidad, lo que implica crecer de manera sostenible en lo económico y lo ambiental, y que en lo social resulte en beneficio de los pobres y de los grupos vulnerables. De esta manera continúa vigente el proyecto de Simón Bolívar de construir colectiva y democráticamente el nuevo continente donde sea posible establecer el imperio de la libertad y de la igualdad sobre bases institucionales firmes; lo que necesariamente requería una conciencia de identidad y solidaridad también continental. 

 

1 Cepal, (2016). Panorama Económico y Social de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, 2015; Chile.
2 Su agenda giró en torno a: i) la cuarta revolución industrial, esto es, la adaptación que se debe dar de parte de los seres humanos en la nueva era digital; ii) la desaceleración de la economía de China; iii) La avalancha de migrantes que se han visto obligados a abandonar sus países por la violencia, la persecución política, la pobreza y los conflictos armados y religiosos; iv) las disminuciones en los precios de los metales y productos agropecuarios; v) el desplome de los mercados bursátiles y la fragilidad financiera mundial; vi) el cambio climático y el desastre ambiental del planeta.
Las cuatro revoluciones industriales que han cambiado el mundo durante los últimos siglos son: i) la máquina de vapor y el ferrocarril: finales del siglo XVIII y siglo XIX, ii) la producción en masa a principios del siglo XX, iii) la revolución de los ordenadores e internet a finales del siglo XX, iv) era digital: internet de las cosas, objetos inteligentes interconectados, análisis masivos de datos (“big data”), fabricación flexible (series cortas) y próxima al consumo con influencia directa del consumidor, “glocalización”, robots, impresión 3D, drones, etc., siglo XXI.
3 Cepal, (2016). Panorama Económico y Social de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, 2015; Chile, p. 34.
4 Cepal, ibíd., p. 35.
5 Cepal, ibíd., p. 13.

 

 

Información adicional

Autor/a:
País:
Región:
Fuente:
Exit mobile version