La agudización de los conflictos y el contagio global de los shocks económicos y las pasiones políticas hacen del mundo un sitio peligroso. La diplomacia francesa debería alumbrar un nuevo rumbo en este presente sombrío.
La “pax americana” está llegando a su fin y deja al mundo en un gran desorden. Durante tres décadas, Estados Unidos, secundado por sus aliados, ha creído que puede remodelar el mundo a su imagen y semejanza: mediante su influencia, creyéndose un ejemplo; mediante la imposición de reglas, presentándose como fuente del derecho; mediante la fuerza, sabiéndose el más poderoso. Al hacerlo, ha perdido de vista sus propias promesas y ha provocado reacciones violentas en todo el mundo cuyo precio pagamos todos (1).
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