La obra silenciosa

Libros y cultura, lectura y arte, reflexión y debate, memoria, vida, pasado y presente. Todas estas podrían ser características y cualidades de la Biblioteca Luis Ángel Arango, al frente de cuya gestión en el último lustro estuvo Margarita Garrido Otalora, quien, con la satisfacción de lo realizado y sembrado, ahora deja su labor.


Libros, libros, una palabra que quiere decir amor y que deberían los pueblos pedir, como piden lluvia para sus sementeras.

Federico García Lorca

Alocución de Fuentevaqueros

 

Libros y cultura, lectura y arte, reflexión y debate, memoria, vida, pasado y presente. Todas estas podrían ser características y cualidades de la Biblioteca Luis Ángel Arango, al frente de cuya gestión en el último lustro estuvo Margarita Garrido Otalora, quien, con la satisfacción de lo realizado y sembrado, ahora deja su labor.

 

La Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA) es una de las escasas ínsulas de humanidad que sobreviven en una ciudad cuyo ambiente cotidiano nos violenta. Un resquicio de silencio y armonía en una atmósfera callejera ruidosa y feroz, con el vacío incrustado en el ladrillo y el cemento especulativos. Un espacio democratizador en el acceso al saber y la autoformación en una urbe en la que el dinero es pase indispensable a la capacitación genuina, a las obras y los bienes comunes del espíritu que, de vez en cuando, rompen la monotonía insufrible del sopor mediático.

 

La BLAA se ve, vive y siente, en su inmensa construcción que va de la calle 11 a la calle 12 y de la carrera 4 a la carrera 5 en Bogotá, como un oasis de información integral, cooperación desinteresada, coordinación eficaz y gesto amable, en medio de un desierto del absurdo y los celos rinconeros tan frecuentes en la urbe capitalina. Este espacio para el conocimiento y la reflexión es un ejemplo vivo del significado insondable de lo público cuando se lo entiende y emprende con honestidad y con amor; un espacio en sí mismo educativo, pleno de detalles evidentes e invisibles, respeto y consideración con quienes la visitan, en el que cada peso invertido genera insospechados beneficios singulares y sociales.

 

Moneda y cultura. La red de áreas culturales y bibliotecas públicas del Banco de la República es hija de la Constitución de 1991, que reorientó el funcionamiento del Banco. En Bogotá, la BLAA ingresó en una dinámica de perfeccionamiento continuo dirigido a prestar más y mejores servicios a toda la sociedad. Desde hace un lustro Margarita Garrido Otalora, historiadora de los siglos XVIII y XIX, asumió la colosal responsabilidad de la dirección de la Red de Bibliotecas, quizás la obra cultural más importante del país. Durante estos años su insomne labor se centró en liderar la tarea de repensar y recrear la Biblioteca, inmenso reto en medio de un tiempo en el que el universo de la información y las comunicaciones experimenta una variación de magnitud y alcances tan solo comparables al ingreso de la humanidad en la era Gutenmberg.

 

Con la necesidad de atender otras prioridades, el trabajo de Margarita en la red de bibliotecas llega a término. El 1 de febrero de 2013, el historiador de la ciencia Alexis de Greiff, recibe la posta de este desafío que resguarda la brasa de un porvenir alterno al predominio de las armas, la comunicación masiva bajo el signo de la estulticia, y la educación sometida a la lógica de los dividendos o al poder enervante de los grupúsculos.

 

Para entender una obra

 

Acudimos al segundo piso de la BLAA, al despacho de la Dirección, para conversar con Margarita Garrido y conocer su visión sobre el quehacer frente a las 21 biblioteca de la red, los cinco centros de documentación y las cinco salas de música que la integran. ¿Con cuáles sueños asumió esta responsabilidad?, le preguntamos, y Margarita con la sinceridad y el encanto de las gentes del Valle del Cauca, no tarda en aclarar: “Conocí la Biblioteca como estudiante de provincia que organizaba viajes para venir durante quince días a consultar las obras a las que no podía acceder en mi Cali natal. Mi primer propósito fue que mucha más gente pudiera acceder al disfrute de la lectura, al saber y la inspiración que brindan los libros. Al iniciar mi trabajo me sorprendió que en muchos lugares se ignorara la posibilidad que existía de prestar libros y llevarlos a casa. La comunidad universitaria lo da por sabido, pero me impresionó el desconocimiento del público en general. También me propuse continuar la labor de Jorge Orlando Melo (mi antecesor) en el sentido de profundizar en la revolución digital: avanzamos en la tarea de digitalizar el acervo patrimonial para garantizar su acceso desde diferentes geografías; el pasado 17 de diciembre instalamos los primeros libros electrónicos, de manera que desde cualquier sede del Banco puedes acceder hoy a esas obras de no ficción.

 

Al mismo tiempo continuamos nuestra apuesta por el libro físico, enriqueciendo la colección, pues creemos van a convivir con los electrónicos. Robert Darnton, director de la red nacional de digitilización en los Estados Unidos, comparte está visión que se desliga de las oposiciones excluyentes que tanto nos han perjudicado y que el pensamiento complejo quiere superar”.

 

Compleja labor que sólo se puede encarar con la paciencia y persistencia de quien tiene claro su propósito, consciente de su entorno social: una sociedad en la que la inmensa mayoría carece de los ingresos y el tiempo necesarios para adquirir y leer los libros, pero también la motivación y formación para pensar por sí mismos, con capacidad para valorar lo que vale, desechando lo aparente e insulso. En un medio social así, una biblioteca pública de calidad tiene significados vitales. La doxa económica imperante, consciente de esta fisura, pide a las bibliotecas en el mundo entero que justifiquen su existencia, cuando no las abarrota de basura editorial y las condena a la desolación de las administraciones sin pasión, ni sueños. ¿Cuáles son las cifras de la BLAA? ¿De qué manera y a quiénes sirve?, interrogamos a la doctora Garrido, y ella, con la claridad de quien encara su labor con el principio de hacer bien lo que se afronta y cuidar sin piedad la perfección de los detalles de cada emprendimiento, nos aclara en extenso:

 

“Cada día ingresan en la BLAA cinco mil personas, y un número un poco más elevado ingresa en la biblioteca virtual. Ya tenemos más visitas digitales que presenciales. Hay más de dos millones trescientos mil títulos en la red de bibliotecas, en la BLAA hay más de un millón seiscientas mil obras. Hay cerca de cien investigadores permanentes que utilizan la biblioteca como espacio de creación de conocimiento.

 

Nos propusimos responder a públicos nuevos, en la BLAA se han creado clubes alrededor de ciencia, para potenciar la lectura científica: las ciencias no muerden, astronomía, lectura de mapas, química, y ciencia ficción, también clubes de comic, y de lecturas infantiles que sirve a personas que laboran en este escenario. Hay un punto periódico de encuentro para invidentes que además disfrutan de la lectura ofrecida por personas que colaboran con está iniciativa, y existen dispositivos electrónicos para facilitar el acceso a la información en braille.

 

La red de bibliotecas del Banco puso en marcha las cajas viajeras de libros que atienden numerosas cárceles en el país, a redes de madres comunitarias, a niños y mayores de edad, habitantes de veredas y escuelas. Creemos que hay que llevar las bibliotecas a otros lugares porque muchas veces los lectores potenciales no pueden acudir a ellas. También se inauguró en todas las bibliotecas un servicio de préstamo de juegos silenciosos, en especial de palabras. Aquí en la BLAA, en el sexto piso, se creó esta sala. Además del tiempo exigido por estos emprendimientos, hay tareas exigentes que no son tan visibles, pero sí indispensable para la prestación de los servicios: poner al día la catalogación, y mantener y conservar las colecciones.

 

En la red de bibliotecas del Banco, cada sede tiene su especificidad y logros en diferentes áreas. Hay bibliotecas que se destacan por su oferta en todo lo relacionado con la música, otras en sus servicios a la comunidad universitaria, otras en su atención a la niñez, otras en su servicio a las comunidades nativas. En este sentido, una parte importante de la labor cotidiana es investigar lo que precisa cada biblioteca de la red, saber qué se lee y qué se quisiera leer, con base en esta indagación permanente se orienta la asignación de los recursos de adquisiciones.

 

Por otra parte hay interrogantes impostergables que comenzamos a resolver, como: ¿quién está guardando en Colombia lo que se produce a nivel digital, en páginas nacionales e internacionales? En este momento estamos trabajando en conjunto con la Biblioteca Nacional, la Universidad Nacional y la Universidad Piloto, en la construcción de una biblioteca digital patrimonial colombiana”.

 

Saramago dedicó una de sus obras al fenómeno de la conversión de los centros comerciales en los templos de finales del siglo XX y comienzos del XXI que congregan a las muchedumbres solitarias. Ámbitos de segregación, ostentación y entretención destinada a dilapidar sin misericordia alguna el bien sagrado del tiempo, escenarios dotados con luz tenebrosa en los que la palabra comprar subsume todas las capacidades humanas. En el escenario alterno, la BLAA, inscrita en la corriente internacional que reivindica las bibliotecas públicas como escenarios culturales de formidable potencia, ofrece cada semana un conjunto extraordinario de seminarios, coloquios, talleres, conciertos y exposiciones de primer nivel, sin el acceso mediado por el dinero, dotando así de sentido la palabra ciudadanía, con sus deberes y derechos. ¿Qué realizaciones nos puede compartir en este campo vital?, le preguntamos a esta hermosa y tenaz directora que se doctoró en Inglaterra, pero deplora la inseguridad cultural, legada por un pasado de atropellos, que nos impide apreciar el valor de lo propio y nos impele a reverenciar sin reflexión lo que viene de fuera; y ella nos respondió:

 

“En la fase más reciente nos propusimos, con el acompañamiento de la subdirección cultural en cabeza de Ángela María Pérez, brindar un acento anual a la oferta cultural. En el 2010, con base en la conmemoración del Bicentenario del proceso de independencia, organizamos una exposición simultanea, acompañada por diversos seminarios en todas las bibliotecas de la red nacional, que denominamos “Palabras que nos cambiaron”. Se trató de laborar desde nuestra especificidad: nuestra relación con el lenguaje, las palabras que irrumpieron en el habla cotidiana: ciudadanía, soberanía, pueblo, con un nuevo significado digno y no el significado despectivo que hasta ese momento tenía la palabra. El año 2011 se consagró a la conmemoración de la Constitución de 1991, con motivo de los veinte años de su vigencia. Se digitalizaron todas las actas y los materiales de la Constitución. En el año 2012 se trabajó en torno a la afrocolombianidad y se montó una exposición sobre el agua, toda la línea de nuevas monedas está inspirada en el agua, en nuestros páramos y su valor inconmensurable, en esta labor fue determinante la visión de Ángela María. En el 2013, está previsto promover una reflexión sobre el significado de la palabra paz y las palabras que la pueden hacer posible”.

 

Está claro que transformar instituciones en tiempos de variaciones drásticas es una tarea ardua y compleja. Hay una fuerza inercial que perpetúa maneras de ver, valorar y actuar. En organizaciones que integran las labores de muchos individuos también es difícil superar la tendencia insular, en la que cada sección funciona con sus propios fines e intereses y no procede con un espíritu de armonía colectiva en pos de la consecución de los sueños principales de la organización. Nuestra última inquietud indaga por el propósito sembrado después de un lustro de consagración a esta noble labor en este templo ciudadano de la transmisión y recreación cultural, Margarita nos responde con total seguridad:

 

“Creo que la tarea más importante que llevamos a cabo fue establecer un mecanismo sostenido de encuentro de funcionarios dirigido a repensar la biblioteca. Captar y atender lo que nuestros públicos están solicitando, especialmente los jóvenes. La mayor parte de nuestros usuarios son jóvenes, cuya mayoría viene a estudiar o a investigar, y no vuelven.

 

Nuestra visión, fraguada en una serie de encuentros de intensa deliberación, es la de una biblioteca inspiradora. Una biblioteca física y digital para toda la vida, un lugar de estudio, de deleite, de encuentro e inspiración, un espacio para obtener y para producir conocimientos y expresiones artísticas. Esta visión nos exigirá espacios y mobiliarios distintos. En el mundo entero las bibliotecas están cambiando y nadie tiene la fórmula que debe ser seguida”.

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