El boga


por Carlos Gutiérrez Márquez*

Embarcó el 7 de agosto en frágil chalupa, revisando previamente que estuviera bien tallada, con remos fuertes, ancla por usar en caso de tener que detenerse a descansar o ejecutar alguno de los propósitos que animan su viaje, reparar la nave o divisar con tranquilidad las particularidades locales y regionales de su país. Asimismo, que hubiera sogas gruesas y resistentes para asir la embarcación en los puertos, y equipamiento indispensable de alimentos y bebidas para sobrellevar de manera tranquila la travesía que le tomará un cuatrienio, en cuyos detalles más finos laboró desde el 19 de junio, cuando la sociedad lo eligió para ser su boga.


En la revisión de su recorrido y de todo aquello de que debía proveerse, no estuvo solo; contó con voceros de los partidos que se comprometieron a darle su apoyo, protegerlo y empujarlo en el trayecto, y quienes previamente habían recibido de sus manos el encargo de dirigir tal o cual ministerio, entre ellos los de Transporte (conservador), Vivienda y Justicia (liberal) y Tic (Partido de la U).

También concurrieron otros, entre ellos uno ahora de gran poder en el equipo que diseñó su travesía, experto en trámites legislativos y versado en las lides del más crudo clientelismo y que antes fuera rojo sangre, aunque luego se destiñó para tornarse rojo pálido y años después rosadito, tirando a blanco. Otros, con similar trayectoria y en cuyas manos quedaron la cosa política nacional y el manejo de la Casa de Gobierno, también se dejaron ver por ahí. Con las manos de unos y otros plasmaron los nombres de la embarcación: en una cara “Paz total”, y “Gran Acuerdo Nacional” en su lado opuesto.
Al muelle de partida también llegaron para desearle lo mejor miles de personas. “Buena suerte” le deseaban unos; “esperamos que regreses trayendo todo lo que motiva tu viaje”, le decían otros; “no vayas a traicionarnos” no estuvo ausente entre los mensajes que llegaron a sus oídos.

A la hora de la despedida, revisados todos los equipos y herramientas, se pudo ver que tenía puestos zapatos reforzados en su costura y su suela, precaución indispensable para evitar que un golpe inesperado del viento o una creciente lo arroje a las caudalosas aguas, y en su pecho una banda con los tres colores primarios que distinguen a su país. Sin ocultar a plenitud cierta incertidumbre que transmitían sus ojos, alzó su rostro de cara al sol y miró con alegría a quienes estaban en el puerto, mientras con su mano derecha trataba de arreglar su rebelde pelo alborotado por el viento que soplaba con frescura por todo el lugar. Tomó aire, alzó su mano derecha en señal de despedida y empujó la chalupa sobre las aguas del bravío río Colombia.


Apenas empezaba a subir a la embarcación y tuvo la primera sorpresa desagradable cuando, traída por un viento inesperado, alcanzó a escuchar la exigencia pronunciada por uno de sus alfiles, demandando del Eln su desarme, toda vez que las recientes elecciones habían constatado que los cambios eran posibles sin necesidad de lucha armada. El eco trajo a su mente lo conversado con su Canciller, así como las lecciones arrojadas por otras negociaciones con el grupo insurgente, concluyendo de inmediato lo improcedente de lo escuchado, que, de persistir, no permitiría instalar una mesa de negociación. Volvió a mirar el río, concentró energías, y con destreza se aferró a la embarcación, dio un brinco y empezó a remar.


Rema, rema. Se nota que le impregna más fuerza a cada movimiento de sus brazos y, aunque sin velocidad, logra un rítmico avance. ¿Por qué su esfuerzo no consigue el propósito deseado?, se preguntan quienes lo siguen con su vista desde el malecón y que alcanzan a ver en la quilla de la chalupa apartes de lo que parecieran ser rémoras. ¿Estarán allí por descuido de quienes construyeron la canoa o, conscientes de su existencia, les permitieron allí estar? ¿Será un riesgo calculado y controlable viajar con ellas asidas a la madera del vehículo fluvial? ¿Su peso sí le permitirá al boga avanzar con el ritmo por él deseado? ¿Decidirá este despegarlas en algún momento?


Comparten las preguntas unos con otros y las respuestas son contradictorias, aunque todos coinciden en que la gobernabilidad es un arte en el que pesa la lectura acertada del estadio de la correlación de fuerzas. Así puede ser, argumentan unos, pero el propósito final del viaje también marca esa decisión, contradicen otros, si es ajuste de la casa heredada, limpiándola y pintándola para que luzca mejor, con menos humedades y otros parches, pero sin revisar sus bases y estructuras, sin pretender reconstruirla, lo que implicaría otras medidas de quien ahora rema con esfuerzo sostenido.


Los mensajes del navegante llegan a diario y así el país se entera de que, en cercanía de Puerto Tributaria, en la desembocadura donde el río Colombia recibe las aguas de sus afluentes Industrial y Financiero, la chalupa fue embestida con fuerza y estuvo a punto de hacer aguas, para evitar lo cualse deshizo de parte del equipo que debía acompañarlo durante la prolongada travesía. Dándose mañas, se acerca al muelle y ata su embarcación. Allí lo esperan conocedores de la situación fiscal del país, quienes le aconsejan reunir 50 billones de pesos, indispensables para materializar los sueños de justicia social ya izados en la campaña electoral, cifra que debiera ser mucho mayor. También le explican algunos que, con el impacto de la inflación del 10,2 por ciento –que a julio reportó el país–, con seguridad se ha acrecentado el empobrecimiento y la miseria de multitud de hogares.


Una vez en tierra, conversa con los gremios que allí le esperan. Escucha, discute, siente las presiones que llegan de parte de industriales, banqueros, especuladores, comerciantes, terratenientes y, para sorpresa de unos y otros, fija en 25 billones de pesos el monto por reunir. De ello informa a su ministro de Hacienda, quien con tal mandato trata de socializar el propósito. Las presiones continúan y la discusión del monto lo lleva a garantizar que diversos componentes de lo pretendido pueden ser revisados, claro –dice él–, siempre y cuando la cifra total que se propone no sea reducida. ¿Cómo logrará tal malabarismo?, dicen en los corrillos algunos sorprendidos ciudadanos no expertos en lo económico y mucho menos en lo tributario pero que anhelan que, en efecto, “quien más tiene más pague”.


Y, sorpresa mayor cuando su ministro de Hacienda anuncia viaje para reunirse con diversas calificadoras de riesgo, visita de la que regresará, dicen los desprevenidos ciudadanos, con la decisión de flexibilizar mucho más la meta propuesta. La inquietud se acrecienta cuando se escucha una tenue voz que dice: “Como el trámite en el Congreso es una negociación que implica tire y afloje, con seguridad el propósito del billonario monto por reunir quedará aún más trasquilado. ¿Qué alcanzará a concretar con ello el boga una vez que reciba tales recursos?


Una vez atendidas estas agremiaciones, sin perder el ánimo, el navegante retoma su trayecto. El río Colombia lo recibe con aguas, aunque mansas, con algo más de oleaje. La barca avanza, ahora perdiendo algo de su estabilidad. Es evidente que las rémoras le pesan y afectan la potencia que reciben los remos de manos de quien los mueve. También llegan vientos que empujan la nave hacia los lados y no hacia delante. Ahora es cuando se debe ver la destreza del navegante –opina un desprevenido que hace parte de una de las tantas conversaciones escuchadas en el país sobre el periplo del boga.


–Es cierto, le responde otro, que con inquietud comenta que por ahora la chalupa no llegará sino hasta el año 2023 a Puerto Laboral, postergando el propósito de ajustar allí las condiciones contractuales de quienes venden su fuerza de trabajo como mercancía, y así lograr los recursos indispensables para sobrellevar una vida en condiciones dignas.


Mientras así le toman el pulso unos y otros al viaje en curso, río abajo, con algo de audacia, los remos le dan dirección a la canoa hacia Puerto Armado. Amarrando uno de los cordones que se había desatado, ajusta su calzado; siente que lo sostienen en debida forma y que puede moverse sin temor de proa a popa, y lanza el ancla, agarra los lazos y baja a puerto. Ahora sujeta con presteza la embarcación y les comunica a quienes allí lo esperan que los más altos oficiales hasta ahora al mando, y algunos de quienes le siguen en línea, quedan por fuera del servicio, mientras encarga a otros de la conducción de los más de 500 mil efectivos que se reúnen entre militares y policía.


Las reacciones negativas por lo decidido no tardan en ser escuchadas pero no encuentran oídos entre la mayoría de los habitantes. Con la claridad del clima reinante y de la velocidad de los vientos que recorren el territorio nacional, anuncia entonces que la principal agencia de inteligencia del país será ahora dirigida por un civil, compañero suyo en épocas de navegación en embarcaciones como el Karina. Murmullos empujados por vientos provenientes desde distintas coordenadas se escuchan pero no trascienden, toda vez que van más allá de tierra firme.


Son estas unas jornadas que le transmiten tranquilidad al país. Unos y otros festejan por ello y sienten que por fin Puerto Armado recibe una mano para que gane en apariencia, algo más cercana a la convivencia nacional y menos para atizar sus ánimos. Pero no faltan quienes llaman la atención sobre que, por ahora, es solo pintura y que ese Puerto requiere, si de verdad se pretende que luzca otra pinta, que asuma una doctrina diferente de la que por décadas ha iluminado su conducción (la Doctrina de Seguridad Nacional), reforzada por la Doctrina Damasco durante los últimos años.


Se trata de medidas necesarias y de fuerte impacto simbólico que días después son reforzadas con igual potencia al llegar a Puerto Internacional, anunciando el boga que se retoman las relaciones con el país vecino por el Oriente, al tiempo que le reclama al ‘tutor’ del Norte un necesario replanteamiento en la llamada guerra contra las drogas, así como renegociar la deuda económica, contraída por el país por protección del Amazonas, y revisar el Tratado de ‘libre’ Comercio, vigente entre las partes desde hace una década. Tales particularidades hacen parte de una agenda bilateral más amplia y en negociación.


Al descansar en este Puerto, aprovecha para guardar silencio cuando debiera pronunciarse por el irrespeto de los derechos humanos por parte del gobierno nicaragüense, al tiempo que le informa al gobierno venezolano que en el país que ahora él conduce se respeta el derecho al asilo y el refugio.


La jornada iniciada el 7 de agosto suma ya tres semanas y entre día y día van saliendo a flote contradicciones o descoordinación en el equipo que le acompaña y sigue con todo detenimiento su trasegar por el país, y quienes desde el faro instalado en la Casa de Gobierno entregan declaraciones diversas, entre ellas sobre la agenda ambiental, así como sobre petróleo y gas.


En lo que sí coinciden unos y otros, honrando el nombre de la embarcación que llevan las aguas del río Colombia, es sobre la paz que requiere el país. Casi sin descanso, acompañado con liderazgo por quien dirige Puerto Internacional y otros funcionarios responsables de esa agenda, el país se entera de la consecuente decisión de retomar los diálogos de paz con la guerrilla del Eln, y luego se anuncia que se levantan las órdenes de captura del equipo negociador de los insurgentes, con la posibilidad de que dejen la isla que los albergó por varios años y regresen al seno de su organización armada cuando así se acuerde. Días después también llama a las estructuras armadas de diferente cuño a concretar un cese de fuegos multilateral, al tiempo que le reclama a las FF.AA. no comprometer por siempre al país en un conflicto armado que puede encontrar resolución por otros conductos.


El país también conoce medidas paralelas a estas, como detener la erradicación forzada de cultivos ilícitos y con ello el uso de glifosato, que son bien recibidas por quienes habitan en los territorios afectados por esas problemática y que por años habían exigido su implementación.


Afectado por el esfuerzo que ahora soporta su cuerpo, los quiebres de su salud no dejan de impactar su humanidad, que se reciente por intensos dolores estomacales que lo alejan de algunos compromisos. ¿Será esa la explicación de su ausencia de importantes actos, o serán disculpa para hacerles el quite y remediar decisiones mal tomadas?, no deja de escucharse en distintos corrillos de espontáneos que están atentos a sus mensajes.


Faltando muchos puertos por visitar, el boga prosigue su ruta. Lo simbólico va dejando su estela, que ilumina un clima de favorabilidad en el país, reduciendo el impacto negativo que podría desprenderse del afán por reformar sin romper la esencia de las estructuras heredadas. Quienes con atención siguen su travesía se preguntan si esta será la dinámica que prevalezca a lo largo del cuatrienio o si en algún momento tirará el ancla, bajará en tierra firme y limpiará la chalupa de las rémoras asidas a su casco; y si tomará distancia de los descoloridos que lo acompañan para retomar rumbo con mayor velocidad, encarando sin mesura los remolinos, cascadas y corrientes rápidas que encuentre a su paso.


Los diversos escenarios posibles de desprenderse de lo que sucede dan vuelta por su mente. Su rostro está algo contraído, alza la vista y ve que la tarde le da paso a la noche; mira las estrellas, recuerda los rostros y las voces de los miles que lo despidieron, hace memoria de lecturas, y el canto de Candelario Obeso entra como un lucero en todo su cuerpo: “Qué ejcura que etá la noche/ La noche qué ejcura etá/ Asina ejcura é la ausencia/ Bogá, bogá”*.

  • Obeso, Candelario, Cantos populares de mi tierra, Antología poética de los olvidados, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2004, p. 54.
    ** Director Le Monde diplomatique, edición Colombia.

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