Ángel Nogueira Dobarro. Una experiencia de libertad para crear

Nascencia editores

Siglo editorial, Bogotá, 2021. 398 páginas

La verdad no es algo que este ahí a la vista. Y hay secretos que un día serán revelados.

María Zambrano

Qué me sostiene aquí

Sino yo mismo

Convertido en memoria

De este lugar.

Jaime Siles

Dicen que el amor hace maravillas, y la vida no hace largas pausas para brindar pruebas irrefutables de que en efecto así es, de que lo imposible es posible, en cada instante. La serie de textos entregados cada año por Ángel, a lo largo de cuatro décadas, con el mismo o mayor afecto cada vez que el calendario marcaba su mes final, y reunidos con exquisito y amoroso cuidado en una preciosa edición por su compañera Juanita Sanz de Santamaría, configuran un manantial del espíritu en tiempos áridos y desérticos.

La iniciativa de Ángel Nogueira de escribir y enviar una reflexión cada final de año al tejido de amistades y de seguidores del proyecto editorial Anthropos, que brotó en Barcelona en 1980, unida a la continuidad de sus reflexiones en la editorial Nascencia –El germen cierto de una novedad, cuando se radicó en Bogotá–, ha encontrado en la energía amorosa de su compañera una condensación inesperada e invaluable. Podemos ahora leer con atención cada preciosa reflexión y captar las continuidades, las novedades que se hacen visibles en la obra que reúne su pensamiento de 40 ciclos solares.

Las reflexiones de Nogueira, traslucen el devenir de su consciencia de formidable lector y genial editor. Revelan el pensar de un habitante atento y lucido del tránsito secular, de un tiempo decisivo para la aventura humana. Sus ideas sobre un nuevo concepto de democracia, sobre el azar en nuestras vidas, sobre los libros y las lecturas, sobre la consciencia, la memoria y la imaginación, sobre la palabra poética, sobre el silencio y su intasable valor, sobre la experiencia creadora, son una invitación a dialogar o, si se prefiere, a conversar. Al ejercicio de escuchar, de expresar y compartir.

En su cavilación del 2003, Ángel nos recuerda una novedad cataclísmica de su evolución interior: lo que significó la experiencia del amor en la conciencia de “ser principio de acción, de proyectos planes y efectos, cosa que cambió todo el conjunto de mis referencias y valores”. Como era usual en su escritura –factoría de arsenales para librar las batallas del espíritu en cada momento del trasegar humano–, acompaña su idea con los destellos comprensivos que solo la poesía puede transmitir: “Las palabras quedan retenidas […] sumergidas en un amanecer en el que ellas mismas no se reconocen. Palabra de tal naturaleza que más que alojar el sentido, aloja la totalidad del despertar”.

En Ángel está presente no solo el ser creador que se hace consciente del prodigio del habitar creador del mundo, del misterio de reconocer y expresar la voz interior, sino el ser solidario que se sabe comunitario, participe de la vital tarea colectiva en este presente, que inexorablemente incardinado al fluir histórico es, al mismo tiempo, único e irrepetible. Un presente colectivo que en medio de las tremendas penumbras de un pasado que se resiste a ser pasado, encarna “un estado auroral, de tránsito, de peregrinaje hacia su propio interior, para asumir la responsabilidad de sus actos y la autonomía de la que debe surgir otro horizonte de referencia, de vida y de valor”.

Nos habla un hombre que ha vivido la experiencia del fascismo en su versión nacional-católica en la España franquista. Un ser que dedicó años al estudio reflexivo del trasegar humano en el planeta Tierra. Un editor visionario que viajó por muchos y diversos territorios y en sus expediciones se ha encontrado con esta esquina subcontinental y no ha podido resistir la fascinación que despierta en su espíritu la resistencia de siglos de las gentes diversas, la misteriosa energía que brota y se desborda en sus montañas, ríos, selvas, bosques, mares y lagunas. Una geografía que quizás anticipa –en medio de sus intrincadas realidades capaces de gestar lo mejor y engendrar lo peor– otro porvenir humano posible.

“Estamos a punto, pues, de concretar un gran descubrimiento: las gentes, el pueblo, en su conjunto y singularidad comprueban que todo pende, en el presente y en un próximo futuro, de su acción, de su capacidad de responsabilidad, de hacerse cargo de la vida directamente, sin delegar en otros ni abdicar del plan de su hacer ante ninguna autoridad”.

Ángel, armoniza su actividad como editor –conductor de una de las más importantes editoriales universitarias, si no la más importante en el mundo hispanohablante, por su variedad, calidad y permanencia, con su estructuración periódica de cada ejemplar de la revista Anthropos, y la escritura de sus presentaciones de cada número temático. Así como gusta de la mejor literatura, disfruta de las caminatas dominicales, de una, a lo sumo dos copas, del buen vino. Del gusto por la buena gastronomía –que aprendió en su Galicia natal. De las buenas conversaciones. De organizar coloquios sobre temas álgidos con su nueva aventura editorial fruto de su amor con Juanita. Su alma se nutre con la música. Su sed de saber, reflexionar, cavilar, pensar y escribir, encuentran un refugio en el espacio que habitan en Bogotá en Bosque izquierdo.

Por eso las palabras con las que continua su reflexión no son ocurrencia feliz de un día. Tienen raíces, “[…] las gentes se responsabilizan de sus actos y del conjunto de la producción social e histórica; lo cual es totalmente incompatible con el acto de delegar en otros la iniciativa o la creación de sentido de la propia vida, de los valores y afectos, esto es, el hecho mismo de ‘pensar por cuenta propia. Esta exigencia, para ser efectiva, necesita práctica y entonces sí ‘cada uno debe pensar por sí mismo, consigo mismo en todo […]’. Con frecuencia, sin embargo, para muchos ‘el miedo a pensar […] es más potente que el miedo a morir’”.

Pero, atención, Ángel no cabalga sobre la silla falsa de un entusiasmo que no contempla las penosas cristalizaciones de una forma de entender y valorar impuesta al mundo, y que en pocas décadas condujo a la humanidad al borde de los abismos de la extinción: “Vivimos ciertamente en tiempos de inconciencia y de desidia, con expresiones muy paradójicas que dejan a los verdaderos portadores de innovación social en el silencio y la soledad, en la inutilidad aparente de su creatividad divergente, pero que a su vez permanece como semilla y promesa de novedad radicada en el germen del tiempo”-.

Los tiempos que su consciencia contempla van más allá de las noticias del día, de los calendarios de los encargados de formular e imponer matrices de opinión. Por esto, en su reflexión del 2004 anticipa los interrogantes de hoy: “Hemos de volver a repensar esa dimensión ineludible de todo humano vivir enraizado en su trascendencia y en su esperanza: nuestra capacidad de sacar a luz los hechos que indebidamente permanecen en la sombra; la posibilidad de ser diferentes de cuanto hoy nos hace sufrir por herir nuestra condición humana. Entonces, ¿hacia qué horizontes y perspectivas nos movemos? ¿Quiénes pueden ser los nuevos sujetos creadores de vida social adecuada a la naturaleza histórico-cultural del ser humano, que elige siempre los actos de su vida entre la necesidad, el azar, la probabilidad? La historia es siempre peregrinación, aventura, sorpresa, porque en nosotros habitan posibilidades inéditas. ¿Hacia dónde, pues, se encamina nuestro vivir cotidiano su consciencia, la energía que expresa la historia de nuestra creación cultural, la sensibilidad actual y creativa de determinados grupos de jóvenes?”

En el año 2005, Ángel dedicó su reflexión a una dimensión en la que la comunidad de seres que aman la lectura y los libros saben bien que es un privilegio leerle, escucharle: Tiempos de leer en soledad, para pensar y experimentar lo inédito del vivir.

En tiempos de aceleración del existir por las determinaciones del mercado, en los que la vida queda extraviada entre la propaganda, la publicidad y la premura omnipresentes, sus reflexiones tienen el fulgor del martillo en la roca: “Sólo el verdadero libro va más allá de las modas, tópicos y mercados, inventa y abre esta dimensión interior, meditativa del vivir que trasciende y crea situaciones de experiencias constructivas y procesuales”.

“En el actual contexto digital, mediático, impositivo y tendiente a la homogeneización del vivir, el pensar y el sentir en el ámbito de una sociedad red e informacional se requiere imaginar de nuevo qué es, en verdad, un libro, su naturaleza, contenido, funciones y trascendencia en tanto invento de uso muy personal y útil para el desarrollo del propio psiquismo, la consciencia y la libertad de pensamiento”.

“¿Dices que nada se crea?

No te importe, con el barro

de la tierra, haz una copa

para que beba tu hermano”.

Antonio Machado

Este verso del poeta español, citado en varios escritos de Ángel, revelan su oficio vital: artesano hacedor de copas para compartir el acervo de la sabiduría humana.

El libro, Angel Nogueira Dovarro. Una experiencia de libertad para crear, es un fruto de una forma de amor que posee un resplandor singular en tiempos en lo que no hay tiempo, ni ganas, ni imaginación para redescubrir y recrear el amor. La obra es una trenza de dos espíritus fusionados en la convicción de que es posible crear otros mundos en los que la paz sea comprendida como constructo colectivo en el que el estado creador del espíritu reemplace la miseria del orden “cultural” mercantil que fue impuesto.

¿Cómo podemos transitar de una cultura lastrada por la intolerancia y los odios, por los valores de unas reglas de juego que han catapultado la astucia y la capacidad de ejercer la barbarie como los medios deseables para sobrevivir? ¿Es posible abandonar la estrechez de miras de un egoísmo romo que nos impide participar aportando en la vital tarea colectiva de la hora presente?

En esta obra habitan las respuestas resultantes de un esfuerzo de estudio reflexivo de largo aliento. Y no están reunidas como un recetario de autoayuda o un manual de instrucciones. Están presentes en las líneas que invitan al propio pensar sobre lo que hemos dejado de contemplar y valorar con el asombro que merece.

“Lo que hemos de aprender, al final, es que toda experiencia tiene múltiples sentidos. Lo importante es vivirla sin homologarla con otra, porque la vida es diferencia y otredad”.

“Si este contacto tan singular con la naturaleza contribuye a elevar un grado tu conciencia sobre el entorno, es maravilloso. Al fin toda nuestra experiencia ha de conducir ahí: a tener más conciencia”.

Creo que el futuro lo

Construirán seres anónimos

Pero con calidad humana.

A.N.D.

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Información adicional

Autor/a: Héctor Arenas Amorocho
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Le Monde diplomatique Colombia
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