Jim Finn, still from Sunday School with Franz Hinkelammert, https://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Hinkelammert#/

“La espina de la muerte es el crimen,
la fuerza del crimen es la ley”

San Pablo, 1 Corintios, 15-56.

“La crítica de la religión es la premisa de toda crítica”

Karl Marx, 1844.

Por motivo de su figura corporal e intelectual, tal vez Franz Joseph Hinkelammert (12 de enero de 1931, Emsdetten, Alemania–16 de julio de 2023, San José de Costa Rica) con el correr del tiempo sea evocado como una especie de Gandalf del pensamiento crítico latinoamericano. Solo que a diferencia del héroe mítico de la crónica épica de Tolkien, el economista, filósofo y teólogo oriundo de tierras germanas no arribó en 1963 a la “tierra media” de América Latina para iluminar nuestra realidad con la sabiduría materialista completamente adquirida en su tierra natal, sino que fue al calor de las luchas latinoamericanas como fraguó “el escudo dialéctico de la vida” que opuso a “las armas ideológicas de la muerte”, primero y hasta 1973 en Chile, de donde salió a raíz del golpe imperialista del 11 de septiembre contra Salvador Allende, y más tarde desde Costa Rica, nación en la que falleció recientemente.

Hinkelammert, encarnando la mejor tradición de la teoría social crítica, prosiguió en esta parte del mundo la resistencia contra el fascismo en el enfrentamiento contra el neoliberalismo, tanto en su etapa militarista germinal anterior a los noventa como en la fase de la globalización capitalista hegemónica triunfante luego del derrumbe del llamado socialismo real, cuyas patologías estructurales él se anticipó a detectar.

En su labor escritural llevó a sus últimas consecuencias el aserto del joven Marx de que la crítica de la religión es el presupuesto de toda crítica, profundizando en los supuestos teológicos que subyacen a la crítica de la economía política. Es así como en ejercicio de una teología política inspirada en Pablo de Tarso y Benjamin y opuesta a la planteada por Carl Schmitt, revela que el capitalismo mismo se configura como una religión, nucleada alrededor de la idolatría del mercado. Con base en la dialéctica kantiana, el argumento central contra esta transfiguración religiosa del capitalismo se cifra en la “crítica de la razón utópica”, herramienta filosófica que también le sirve a Hinkelammert para cuestionar la perversión histórica del marxismo en el comunismo soviético y sus epígonos. Pero su alternativa a la mistificación religiosa de la política no reside en un ateísmo doctrinario ni en la beatería del amor, salidas igualmente fetichistas, sino propendió por la recuperación del sentido emancipatorio de la fe a partir de la acción crítica del sujeto comunitario autoconsciente y autorresponsable.

Para desglosar el primer aspecto, nuestro autor muestra que lejos de la racionalidad alegada por el cálculo utilitarista, desde sus orígenes en el liberalismo político de John Locke y en el liberalismo económico de Adam Smith, la ideología capitalista se basa en la irracionalidad estructural de potenciar el lucro inerte a costa del sacrificio de la vida, tal como lo denunció Marx al descifrar el fetichismo de la mercancía. Los desastrosos daños ambientales, sociales y políticos que padece el planeta a causa de esta mitología del progreso indefinido y la ganancia exacerbada demuestran ad nauseam que con dicha lógica perversa la humanidad ha optado por el suicidio colectivo de cortar la rama del árbol sobre la cual está sostenida. Bajo la apariencia científica de las leyes naturales del mercado condensada en la figura de la “mano invisible”, Hinkelammert denuncia que se agazapa la voluntad de muerte reivindicada por el decisionismo teológico-político schmittiano, opuesta a la voluntad de vida auspiciada por la teología paulina en contra del imperio de la ley romana y sus continuidades imperialistas hasta el presente.  “La espina de la muerte es el crimen, la fuerza del crimen es la ley”, advierte San Pablo citado por Hinkelammert, quien añade: “Es tan obvio hoy que la fuerza del crimen es la ley. Y la ley es la ley del mercado, que se expresa también en el código civil y en la identificación de la legalidad con la legitimidad, etcétera. Toda esa legalidad está destruyendo el mundo. “Teología profana, 2012; p. 69).

En “Crítica de la razón utópica”, núcleo epistemológico de su propuesta teológico-filosófica, revela que la inconsistencia en el fondo de la argumentación de la libre competencia mercantil estriba en la naturalización del pensamiento utopista. olvidando que en efecto el género humano requiere de utopías que le sirvan de horizonte de acción, pero a condición de no considerarlas como metas efectivas cuya realización forzada sólo puede redundar en la negación de la vida de los involucrados. En sus propias palabras, “la crítica de la razón utópica no cuestiona en absoluto las utopías -esta forma de pensar al límite–, porque eso es propio de lo humano, sin eso no hay pensamiento humano. Lo que sostengo es que este concepto que se lleva al límite es un concepto trascendental, escapa a toda realización, no es empírico”. (Teología profana, 2012, p 59). Ya antes del derrumbe del campo socialista, Hinkelammert había mostrado que el vicio capitalista de la competencia perfecta autorregulada de manera inmanente se repetía de forma análoga en el vicio comunista de la planificación  perfecta regida por el partido estatal, con el sacrificio en uno y otro sistema de los sujetos vivos que producen la riqueza, descartados respectivamente como externalidades despreciables del ciclo económico de la competencia o como costos históricos dolorosos pero justificados por las leyes deterministas de la planificación estatal. La falta moral se deriva de una falacia teórica, a saber, conferirles estatuto empírico a las utopías o ideas de la razón, deformando así su función epistémica meramente regulativa e interfiriendo con su valor ético constitutivo en la orientación ética de la praxis humana, tal como Kant dilucidó respectivamente en la dialéctica trascendental de la “Crítica de la razón pura” y en su corpus sobre filosofía práctica.

Poniendo en marcha un proyecto que ha potenciado Enrique Dussel en su ética y política crítica de la liberación, la respuesta de Hinkelammert frente a este mal uso teórico y abuso práctico de los ideales no se restringe al rigorismo formal kantiano, sino se despliega en una ética material de la vida. Contra el ateísmo de Estado convertido en culto en los antiguos regímenes socialistas y la idolatría del dinero alentada por las actuales iglesias de la prosperidad, la fe racional debe ir más allá de la acogida sentimentalista del mandato del amor, para comprometer a los sujetos de carne y hueso con el reconocimiento pleno de los derechos preferentes de las víctimas del sistema de muerte establecido, en aras de la justicia social y el bien común. Bajo el criterio “yo soy, si tú eres”, se trata de comprender que “el otro tiene que vivir para que yo pueda vivir. La naturaleza tiene que vivir para que yo, ser natural que soy parte de la naturaleza, pueda vivir”. O retomando a Marx, se trata de buscar una sociedad en la que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos. Pero, aclara Hinkelammert, no como resultado de un cálculo de utilidad mutua, sino como afirmación consciente del mandato del amor al prójimo, en la misma línea acogida por Rosenszweig, Buber y Lévinas “ama a tu prójimo, tú lo eres” (Teología profana, 2012, pp 36 y 37).

Sin duda, la crítica de la razón utópica y la ética del reconocimiento intersubjetivo erigen a Hinkelammert como el profeta por antonomasia en el panorama de la filosofía política latinoamericana, pero cabe interrogarse si su cercanía a ciertos regímenes nominalmente de izquierda, fracasados de hecho y corruptos de derecho, revela la ausencia en su pensamiento de una recíproca crítica de la razón pragmática, en que la admisión de los límites fácticos de la realización de los programas políticos no implique la justificación moral ni la legitimación política de la instauración por acción u omisión de condiciones de muerte. No sin razón, se puede aducir que las situaciones de carencia e injusticia padecidas por amplias poblaciones bajo regímenes del llamado “socialismo del siglo XXI”, en último término obedecen a las fallas estructurales dentro del sistema internacional del capitalismo neoliberal globalizado, pero ello no exime de su responsabilidad a los encargados de cuidar que la lógica de la ganancia tenga el menor impacto posible en las necesidades de la vida de los pueblos. Ejemplos como la inconveniencia de una transición energética abrupta revelan que si es perjudicial cortar la rama sobre la que estamos sentados porque nos precipitamos a tierra, también lo es descolgarnos sin ninguna precaución del árbol por temor a sus frutos dañinos pero quedando a ras del suelo sin alimento ni protección. Paradójicamente, el maximalismo moral ejercido por Hinkelammert a la hora de denunciar las patologías consustanciales a la economía de mercado redundó en cierto minimalismo condescendiente al momento de juzgar la situación en los regímenes alternativos de la región, en especial en lo atinente a las condiciones formales y orgánicas de la democracia.

Y en el plano estrictamente teórico, la gran aporía de su pensamiento reside en su visceral oposición a Nietzsche, no tanto porque el nihilismo aristocrático de este no hubiera sido caldo de cultivo de los irracionalismos totalitarios del siglo XX e inspirado la complicidad de los voluntarismos de la llamada posmodernidad con el egocentrismo neoliberal, sino porque a nuestro modo de ver confundió el síntoma con la enfermedad. En gesto de corte maniqueo, nuestro pensador pone de un lado a los “herejes” del poder, el profeta Amós, Jesucristo, Pablo, y del otro a los “idólatras” del poder, el mayor de ellos Nietzsche. Pero sin importar las actitudes del personaje histórico, en cualquier caso asunto de un examen biográfico, lo cierto es que la requisitoria nietzscheana contra la civilización moderna sirve de antecedente al mismo diagnóstico de Hinkelammert del mito de la Modernidad. Y en el escenario teológico, la dicotomía entre Pablo y Nietzsche sólo se justifica si absolutizamos los reparos de este contra manifestaciones deficitarias del cristianismo, pero no si escudriñamos más a fondo y descubrimos que la voluntad de poder antes que el poder soberano sobre la vida y la muerte privilegiado por Carl Schmitt y la ideología nazi, significa en el fondo el despliegue de la voluntad de vida. Con Hinkelammert más allá de Hinkelammert, quizás podamos descubrir que la muerte de Dios es la condición indispensable para el renacimiento de Dios en la acción emancipatoria del sujeto.

Pero a pesar de esas y otras posibles limitaciones, Franz J. Hinkelammert constituye sin duda uno de los más encumbrados representantes del pensamiento crítico latinoamericano. Nos enseñó que la racionalidad estratégica (el dusseliano principio de facticidad) no puede ser ajena a la razón histórica, pues prevenir sobre las condiciones de imposibilidad que aplazan la realización de la ética de la vida no implica aceptar la lógica determinista de los hechos cumplidos y resignarse a la injusticia, pero tampoco justificar nuevas injusticias con el argumento falaz de que son costos necesarios para el logro futuro de la justicia perfecta. En contra del sofisma propalado por la derecha según el cual quien busca realizar el cielo en la Tierra termina levantando el infierno, Hinkelammert desmontó la concepción autodestructiva imperante en la superstición crematística de la sociedad actual, abogando en cambio por una ética del bien común que busque la construcción del reino de los cielos en la Tierra, pues de lo contrario el resultado flagrante es la edificación histórica del infierno.

Anexo bibliográfico

Las citas textuales del artículo las hemos tomado del libro “Teología profana y pensamiento crítico” (Buenos Aires: Clacso, 2012), serie de entrevistas con el autor realizada por Estella Fernández Nadal y David Silnik con el rico testimonio de su trayectoria vital e intelectual. La misma investigadora argentina preparó su “Antología esencial”, bajo el significativo título “La vida o el capital. El grito del sujeto vivo y corporal contra la ley del mercado” (Buenos, Aires: Clacso, 2017). Allí los lectores encontrarán una selección de algunos de sus textos más relevantes ordenados según los ejes temáticos “La crítica del capitalismo como religión”, “Razón instrumental/Razón reproductiva convivencial” y “El sujeto”. Escrito con la colaboración de Henry Mora, se publicó en Cuba “Razones que matan y la respuesta del sujeto. Una introducción al pensamiento crítico emancipatorio” (La Habana: Editorial Caminos y Filosofi@, 2022), colección de sus ensayos breves de los últimos veinticinco años, clasificados así: 1) Racionalidades que matan; 2) El mercado totalizado y su sacralización, 3) La modernidad y sus mitos: la espiritualidad del poder, y 4) Otros mundos posibles y sus condiciones de posibilidad. Y si de obras individuales se trata, dentro de su inabarcable literatura podemos enumerar entre muchísimas más “Las armas ideológicas de la muerte” (1977), “Crítica a la razón utópica” (1984/2002) , “El grito del sujeto” (1998), “El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido” (2006). Asimismo, se cuenta con un amplio catálogo de videos con conferencias y entrevistas del autor, entre las que cabe destacar las realizadas por su intérprete boliviano Juan José Bautista. Por último, son muy valiosos estudios monográficos dedicados al pensamiento de Hinkelammert, como los realizados por aquel o por la también mencionada profesora Fernández Nadal, entre otros analistas de su obra.

Bogotá, viernes 24 de agosto de 2023.

* UniAlfonsiana, Bogotá. Sociedad Colombiana de Filosofía.


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Información adicional

Franz Hinkelammert
Autor/a: Leonardo Tovar González*
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Le Monde diplomatique, edición 236 septiembre 2023
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