Cuando entramos a un museo, o en nuestro mismo andar cotidiano, ¿cuántos desnudos femeninos vemos? Ya lo señaló el colectivo Guerrilla Girls al denunciar en el año de 1989 que en el Museo Metropolitano de Nueva York un 85 por ciento de los desnudos eran femeninos, mientras que solo un 5 por ciento de las obras habían sido realizadas por una artista, situación que no ha cambiado significativamente hasta el día de hoy. ¿Qué quiere decir esto? Que el cuerpo femenino desnudo ha sido plasmado, interpretado y reinterpretado sin cesar, aunque casi siempre desde la mirada masculina.
En su libro Desnudo y arte, publicado en Bogotá por ediciones Desde Abajo, la filósofa feminista mexicana Eli Bartra hace un repaso de distintas representaciones de desnudos femeninos en el arte. Aunque su objeto principal es el arte producido en México en los siglos xx y xxi, también nos presenta algunos desnudos importantes o que llamó su atención de diversas partes del mundo. La autora no buscó hacer un repaso cronológico, sino que indagó acerca de la creatividad femenina, un tema recurrente en su obra, para después nombrar una serie de obras de arte de distintos países y más tarde de México, agrupándolas por ejes temáticos como la maternidad, el erotismo o los cuerpos escindidos, entre otros.
Bartra nombra y repasa algunas obras de una gran cantidad de artistas dedicados/as a la pintura, al grabado, a la escultura, a la fotografía, a la fotografía de performance y al arte popular. Es decir, en este libro no encontraremos solamente la mención de una gran cantidad de obras clásicas, como “El nacimiento de Venus” (1482-1484) de Boticelli, sino que también a artistas que difícilmente accedieron a galerías o museos, como algunas mujeres creadoras que han sido casi ignoradas o algunas artistas populares, quienes en otros casos permanecen anónimas. Por lo tanto, este libro abarca desde obras de arte clásicas, hasta aquellas que muchas veces por considerar como “populares”, difícilmente son leídas e interpretadas.
Es tanta la diversidad de obras y de artistas que menciona Eli Bartra, que recomendaría siempre tener un dispositivo con acceso a Internet al lado porque de esta manera la lectura se nutre y se enriquece con la búsqueda de sus biografías e ilustraciones. En lo particular, esto me sirvió para conocer a algunas artistas cuyas obras me parecieron muy bellas e interesantes: Amrita Sher-Gil (1913-1941) de la India, Edith Basch (1895-1980) de Hungría o Flor María Bouhot (1949) de Colombia, por solo mencionar algunas. Sobre México, también nombra a artistas cuya obra no es tan conocida, como Aurora Reyes (1908-1985), Nahui Ollin (1893-1978), María Izquierdo (1902-1955), Cordelia Urueta (1908-1995) o Yolanda Andrade (1950). Por lo tanto, creo que este libro merece, además de la versión impresa, una versión electrónica que permita acceder más fácilmente a las ilustraciones que en él se mencionan.
En este texto surge una vez más una cuestión de la que anteriormente Eli Bartra ya ha hablado: que el arte no es neutro. Es decir, que el arte es creado por personas con características y, por lo tanto, su ideología y su contexto se ven reflejados en la obra. Por el tema a tratar ella se enfoca más al género, el sexo y la sexualidad de las personas creadoras y cómo lo plasman. En este caso la autora también trae a colación que nosotras/os como espectadoras/es tampoco estamos ajenas/os a esto y nuestra mirada también va cargada de ideas, deseos y nociones de género, racialización, edad y nacionalidad, por solo mencionar algunas. En este libro la mirada de Eli Bartra está presente en cada una de sus observaciones y anotaciones.
Aunque la autora hace hincapié en el hecho de que por esencia algo no es femenino o masculino, busca diferencias entre la manera en que los hombres y las mujeres representan el desnudo femenino. Esto se explica, efectivamente, no por la masculinidad o la feminidad de quienes crean, sino por su contexto y aquello que desearon representar: mientras que en la obra de los varones es común encontrar desnudos estáticos, en posiciones eróticos y/o con mirada sumisa en la obra de la mayor parte de las mujeres estas figuras se encuentran en acción e incluso miran fijamente a quien observa la obra. Es decir, es posible ver una construcción del género de las y los creadoras en el arte donde los varones representan una feminidad ideal y las mujeres representan a mujeres activas e incluso subversivas.
Es un enfrentamiento entre cuerpos inertes e idealizados frente a cuerpos activos y diversos. La cuestión es cómo nosotras/os como espectadoras/es interpretamos y nos apropiamos de las imágenes, porque estos cuerpos desnudos también generan ideales y cánones de belleza, papel que, como menciona la autora, cada vez recae más sobre la publicidad y los medios de comunicación. Por otra parte, están aquellos desnudos, casi siempre ejecutados por artistas mujeres, que tienen la intención de enfrentarnos, retarnos y comunicarnos algo: que las mujeres no estamos ahí solo como recipientes de la mirada y el deseo masculino. Considero que el aporte de este texto es precisamente invitarnos a observar las obras de manera activa: fijar nuestros ojos en la figura representada, notar sus posiciones, su mirada, sus acciones, su contexto y sus colores. Porque consciente o inconscientemente las/os artistas nos están comunicando algo a través de estas representaciones y está en nosotras/os interpretarlos e incluso apropiárnoslos de una manera estética y crítica. Y por qué no, ver cómo se refleja el género y la sexualidad en las obras de arte, si es posible incluso desde la mirada feminista.
Uno de los temas que aborda el libro es sobre la existencia de la creatividad y el arte femenino. Aunque difícilmente esta cuestión pueda tener una respuesta conclusiva, creo que este texto nos demuestra que efectivamente, en las creaciones artísticas la persona que crea sí importa. Por lo tanto, es imprescindible saber en qué época vivieron, en qué sociedad, su sexualidad y su género. Considero que este texto es una propuesta importante para un nuevo entendimiento y estudio del arte de las mujeres –no solo el que crearon, sino también el que las plasma–, tarea que iniciaron historiadoras del arte feministas como Linda Nochlin o Griselda Pollock, quienes afirmaron que no solo era importante rescatar una serie de nombres, sino tener una comprensión más amplia de la historia y de los contextos en los que crearon las mujeres. Justo eso es lo que encontramos en este libro: un importante esfuerzo por comprender cómo nos representamos y cómo se nos representa.
Liliana Elvira Moctezuma
Bogotá, noviembre de 2011
335 páginas