Descripción:
Edición Le Monde diplomatique, edición Colombia Nº102, julio 2011
En este libro, el profesor Horacio Cerutti realiza una síntesis general de lo que ha sido la filosofía en América Latina en los últimos 200 años. Cerutti, uno de los fundadores de la llamada “Filosofía de la liberación” en los años 70 , y también uno de sus críticos, gran conocedor de la historia del pensamiento en este continente y, sin duda, uno de los filósofos más importantes de Nuestra América, presenta en este texto no sólo su visión en torno al problema de la filosofía latinoamericana sino que también, didácticamente, hace un recorrido de dos siglos poniendo de presente las coordenadas generales que han hecho posible y han condicionado el pensar filosófico entre nosotros. Pero, además de la ilustración sobre cada período, el profesor Cerutti nos ofrece al final de cada capítulo una selecta bibliografía para ampliar los temas expuestos.
El libro se divide en ocho capítulos donde se aborda el problema de la filosofía latinoamericana de manera cronológica y temática. Así, por ejemplo, habla de una “emancipación soberanizante” donde pone de presente que a comienzos del siglo XIX el problema fundamental que tiene el pensamiento en América Latina es la organización del Estado, la formación de la nación, la necesidad de evitar las fracciones internas, todo ello con el liderazgo excluyente de los criollos. En la segunda parte, titulada “Pedagogía cívica”, resalta los esfuerzos de la “generación de 1837”, que hizo énfasis en la independencia no sólo política sino igualmente “mental” que debía darse en el continente. Aquí expone parte de las ideas de Juan Baustista Alberdi, el iniciador, propiamente, del problema de la filosofía latinoamericana, pues partía del presupuesto de que “nuestra filosofía, pues, ha de salir de nuestras necesidades” (pág. 34). Pero Cerutti no se queda ahí. También realiza una crítica a esa propuesta, en especial a las tendencias racistas de Alberdi, condensadas en su famoso lema “gobernar es poblar”, racismo que compartió su colega Domingo Faustino Sarmiento y, en términos generales, parte del positivismo latinoamericano de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX.
En el libro se pone de presente la relación fundamental que ha existido entre la filosofía y las circunstancias específicas de América Latina. Su relación con el liberalismo europeo, con las nociones de orden y progreso que el positivismo y el liberalismo abanderaban, así como la influencia del imperialismo norteamericano a partir de 1898 y las subsiguientes arremetidas contra ese imperialismo por parte del nacionalismo latinoamericano. Asimismo, Cerutti se ocupa de lo que entre nosotros se ha llamado “normalización filosófica”, la cual fue declarada en 1940 en el periódico La Nación por el filósofo argentino Francisco Romero. Esa normalización hacía alusión al clima apto para filosofar en el continente, y se dio precisamente con el auge del nacionalismo de la región y con la crisis de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. El libro aborda el problema de la filosofía de la liberación y el surgimiento de “sujetos emergentes” como los distintos movimientos sociales en la región, entre ellos los indígenas, el feminismo, etcétera. Igualmente, ofrece algunas perspectivas sobre los estudios poscoloniales, las lecturas posmodernas y la interculturalidad. En la última parte, titulada “Filosofar para contrapoder” (pag. 127 y ss.), Cerutti reivindica la necesidad del actuar político y la utopía, y resalta la manera como en el continente se viene repensando la democracia, el Estado-nación, la producción, las relaciones entre ética, moral y política, etcétera. En las últimas líneas del texto, plantea Cerutti: “Muchas oportunidades podremos atisbar si somos capaces de estar a la altura de los desafíos y no renunciamos a nuestro poder de decisión, elección y opción, menguados por los poderes fácticos que pretenden presentarse como si fueran una mera expresión natural y no histórica” (pág. 130).
Para finalizar, me gustaría poner de presente dos aspectos más sobre el texto. En primer lugar, la crítica que realiza a la filosofía de la liberación en la vertiente de Enrique Dussel me parece limitada. Ha sido un tópico general en América Latina pensar que la obra de Dussel es la misma hoy que hace 40 años. Esto es claro, cuando dice que la filosofía de la liberación analéctica (la de Dussel) converge con la posición ontologicista “en cuanto a su ideología populista, antihistoricista y antimarxista” (pág. 98). Aquí se desconoce, por ejemplo, que las relaciones entre Dussel y el marxismo han sido complejas y que a partir de los años 80, cuando Dussel publica varios libros sobre Marx, se da una revaloración de ese presunto antimarxismo. Cerutti sigue apegado a la crítica que hizo en su libro Filosofía de la liberación latinoamericana de 1984, una crítica que en parte ha perdido vigencia gracias a la evolución teórica de Dussel. Si bien es cierto que la filosofía de la liberación de Dussel conserva gran parte de todo su andamiaje teórico, tampoco se puede desconocer que a partir de los años 90 ha dado giros interesantes y que conceptos como “pueblo” y “víctima” no pueden ser interpretados como en los años 70. En esto, el texto de Cerutti se queda corto, pues no resalta los avances teóricos que ha dado Dussel en su Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión (1998), en sus dos tomos Política de la liberación (2007, 2009) y en sus 20 tesis de política (2006).
En segundo lugar, al poner de presente qué significó en esa época la “Historia de las ideas”, el libro de Cerutti oxigena el debate en torno a este tema y al problema mismo de la filosofía latinoamericana. Un debate que en nuestro país tiene como máximo representante al filósofo Santiago Castro-Gómez, cuyo libro Crítica de la razón latinoamericana (1996) es una fuerte crítica a ese proyecto latinoamericanista, proyecto contra el que él arremete desde la genealogía. Sobre Castro-Gómez dice Cerutti en el libro reseñado: “En su obra, Castro-Gómez pretendió avanzar sobre las limitaciones tanto de la filosofía latinoamericana como de las versiones más difundidas de la Filosofía de la Liberación. La intención aparecía como válida, pero sus logros fueron escasos. La argumentación apareció como insuficiente y el soporte historiográfico no resistió la crítica. Las confusiones entre propuestas diversas que aparecen en su texto como unificadas, etcétera, no permitieron cumplir con los objetivos” (pág. 121). En conclusión, pues, ahí queda planteado el debate entre el estudio de las prácticas localizadas (genealogía) e Historia de las Ideas, un debate que debe poner de presente los alcances, los aportes y las limitaciones de cada metodología.
Damián Pachón Soto
Bogotá, noviembre de 2011
335 páginas