El mundo es cuántico

El mundo es cuántico
Una teoría a partir de las múltiples interpretaciones de la mecánica cuántica

Carlos Eduardo Maldonado y Jairo Giralgo Gallo

Ediciones Desde Abajo, 266 páginas, Bogotá, mayo 2022.

El mundo es cuántico. No clásico; no clásico y cuántico; ni siquiera semi-cuántico (quantum-like), que son las comprensiones más extendidas en la comunidad científica y académica. Este libro formula una teoría, algo que usualmente los académicos y científicos no hacen, habituados como están a hacer uso de ellas, pero no a desarrollar una nueva. Como se aprecia, se trata de doble desafío, una doble apuesta.

Esto es lo que vemos en el libro: El mundo es cuántico. Una teoría a partir de las múltiples interpretaciones de la mecánica cuántica. Se trata del trabajo colaborativo  entre un filósofo, Carlos Eduardo Maldonado, y un físico, José Jairo Giraldo.

El hilo conductor es ese robusto, técnico, difícil pero muy importante aparato matemático que es la mecánica cuántica. Lo que la gente sabe de ella tiene que ver con la que ciertamente es la interpretación más popular, que es la interpretación de Copenhague, que es el nombre genérico para designar en realidad la tesis de N. Bohr acerca de la indeterminación del mundo o la realidad. De manera significativa, existen a la fecha más de veinte interpretaciones sobre la mecánica cuántica. El libro las presenta y las estudia, y esta ya es una novedad en la bibliografía en general Podríamos decir, de pasada, que una de ellas de cuño latinoamericano, es la interpretación de Montevideo, gracias al trabajo que adelanta un importante grupo de investigadores vinculados principalmente a la Universidad de la República, con asiento en la capital uruguaya.

Subrayemos esto: existen más de veinte interpretaciones de la mecánica cuántica. Antes que una señal de relativismo o eclecticismo es un motivo más acerca de la importancia y el significado del aparato matemático empleado por la física cuántica. En otras palabras, existen desarrollos posteriores a lo que quedó hacia los años dorados alrededor de 1927.

El libro se articula en cuatro capítulos. El primero es una presentación (somera) de la mecánica cuántica en la que, entre otros motivos, se estudian los famosos experimentos con interferometría, el concepto de estado cuántico, el principio de indeterminación –¡no de incertidumbre!– de Heisenberg, el tunelamiento cuántico y la no-localidad. Queda en claro que la mecánica cuántica tuvo originariamente dos momentos: el que pivota alrededor de Einstein-Bohr, y luego el que despliegan Bohm y Feynmann, y que permite un renacimiento de la física cuántica después de los acontecimientos que pivotan alrededor del Proyecto Manhattan. Ese primer capítulo es preparatorio para el resto del libro.

El segundo capítulo aborda las más de veinte interpretaciones de la mecánica cuántica, señala sus orígenes, fuentes, autores y conceptos cardinales. Un buen conocimiento de la teoría cuántica debería implicar un conocimiento básico del panorama actual de las interpretaciones. Expresamente se señala que el problema de base con la cuántica no son los experimentos ni tampoco sus aplicaciones y derivaciones, importantes como son. Por el contrario, el tema de base es la interpretación del núcleo de la cuántica. Contra el shut up and calculate! se destaca el hecho mismo que interpretar es un acto filosófico. Einstein y Bohr estaban de acuerdo con el aparato matemático, con las observaciones, con los experimentos. El debate era estrictamente filosófico. Esto es, ¿qué significa, qué implicaciones tiene, cuáles son las consecuencias de la mecánica cuántica?

De manera expresa, el tercer capítulo se ocupa del problema, sin obliteraciones: ¿Por qué es bueno que haya múltiples interpretaciones? Se aportan diversos argumentos al respecto. El cuarto capítulo formula la teoría que se ha venido preparando: el mundo es cuántico, uno de cuyos ejes es el proceso consistente en: coherencia cuántica-decoherencia-recoherencia cuántica. Si el es mundo clásico, específicamente a partir de las contribuciones de Zurek, es el resultado de la decoherentización del mundo, lo cierto es que tanto espontánea como experimentalmente existe una recoherentiozación (del mundo clásico como mundo cuántico).

En pocas palabras, el mundo clásico es un caso particular –y límite– del mundo cuántico. Sorpresivamente no es tanto la física cuántica la que sirve de soporte principal, sino la biología cuántica, que sabe más y mejores cosas que la física cuántica.

La idea anterior plantea la necesidad de reconsiderar el estatuto entero, a la fecha, de la teoría cuántica, articulado en cinco momentos que, cronológicamente, son los siguientes: la física cuántica, la química cuántica, las tecnologías basadas en principios y comportamientos cuánticos, la biología cuántica y, muy recientemente, también las ciencias sociales cuánticas. Es sobre el trasfondo de estos cinco ejes que es posible una teoría como la que se formula en este libro. Un tema de frontera que queda en el límite es el de la termodinámica cuántica.

Es preciso subrayar lo siguiente: la mecánica cuántica es la mejor teoría jamás desarrollada para explicar lo que sea el mundo, la realidad, el universo, la vida, en fin, los seres humanos. Es la teoría más testeada, verificada, comprobada, falseada en la historia de la humanidad. Lo ha sido hasta el onceavo decimal. No existe absolutamente ninguna otra teoría semejante. Esto quiere decir que, en la ecología del conocimiento es imposible cualquier ciencia o disciplina que no: a) sepa, o b) atraviese, o c) incorpore, de alguna manera a la mecánica cuántica.

La mecánica cuántica es un cuerpo vivo, inacabado, en desarrollo. Sólo que no es, en manera alguna, contra lo que pudiera parecer, patrimonio exclusivo de los físicos y los matemáticos. Además, sorpresiva y principalmente es, hoy por hoy, patrimonio de los biólogos. La cuántica comporta una estructura mental abierta.

Este no es un libro de revisión o un libro de texto. Por tanto, la bibliografía no se extiende a todos los ámbitos y particularidades de la mecánica cuántica. Tan sólo a la finalidad misma; se trata de la bibliografía que soporta el desarrollo de la teoría.

Destaquemos, para finalizar, algunas de las consecuencias de la teoría desarrollada –el mundo es cuántico–. Desde el punto de vista desarrollado, no es cierto, en manera alguna, que las cosas comiencen, y entonces terminen. Contra toda la tradición occidental, las cosas nunca comienzan, y tampoco acaban de terminar. El mundo es, literalmente, un incesante proceso de transformación: trans-formación. La naturaleza y el universo, el mundo y la vida no tienen una forma, y manifiestamente no una forma determinada, o una forma definida de una vez y para siempre. En términos más elementales: pensar la cuántica y el mundo como un acontecimiento cuántico consiste en indeterminarlo. (precisamente por ello unas páginas dedicadas al error consistente en creer que Heisenberg formuló un principio de incertidumbre, cuando en realidad fue de indeterminación. (El conocimiento del alemán ayuda en este punto). Varios trabajos anteriores de uno de los autores contribuyen a entender esta consecuencia.

Asimismo, la materia, la energía y la información son fenómenos discretos. En otras palabras, que el mundo sea cuántico significa exactamente que el mundo es discreto; ciertamente una idea contraintuitiva que se sitúa en la antípoda de la mayoría de las aproximaciones al tema o al problema. El cerebro humano ve o concibe o piensa el mundo como un sistema continuo, pero eso sólo para efectos prácticos, o por otras razones semejantes. Así, que el mundo sea cuántico quiere significar que el tiempo, el espacio, la materia, la energía y la información, tanto como la vida misma, son fenómenos discretos. Exactamente en el sentido de las matemáticas de sistemas discretos, o también, la matemática combinatoria.

Finalmente, para no agotar algunos de los ejes y consecuencias del libro, hay que decir que una consecuencia de la teoría formulada es que el tiempo no existe. La dificultad de esta consecuencia estriba en el reconocimiento explícito de que, específicamente para las ciencias de la complejidad, la complejidad misma es el tiempo. Que es algo perfectamente distinto a una “variable”. La complejidad es el tiempo, esto es, la asimetría entre el pasado y el futuro. Pues bien, la verdad, a través de la lectura del libro reseñado, es que el tiempo no existe. Es una ilusión (necesaria) creada por el cerebro humano. En el mejor de los casos, el tiempo es tan sólo medición del movimiento. Pero es demasiado poco.

En el abanico de la producción intelectual en América Latina, por decir lo menos, este libro quiere ser una novedad. Como siempre, con cada texto, es finalmente el lector quien tiene la última palabra.

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