El 24 de agosto pasado, Pavel Durov, dueño y CEO de Telegram fue detenido en París a pesar de tener la doble nacionalidad de Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Francia. Le acusan, en realidad a Telegram, por supuestas actividades ilícitas. Semanas antes, el 26 de junio, Julián Assange, fundador de Wikileaks, arribaba a Australia después de doce años de arresto infundado. A su vez, Estado Unidos impone serias restricciones con opciones de compra o de expulsión a Tik Tok, cuya base se encuentra en la China. No hay coincidencias.
En la sociedad de masas el fenómeno más importante son los medios, modos y sistemas de comunicación (masivos, justamente). Ellos imprimen unas dinámicas perfectamente distintas a las estructuras y dinámicas de la sociedad como la humanidad jamás había conocido. La democracia contemporánea es radicalmente distinta y nada tiene que ver con la democracia griega, cuando nace el concepto para Occidente y la práctica misma. Sólo se trata de dos nombres para fenómenos radicalmente diferentes. En la Grecia clásica la democracia era participativa, aunque restringida a los no esclavos; los ciudadanos se reunían en la plaza pública, y allí discutían los asuntos que les concernían en común, tomando decisiones de igual manera. La democracia griega es la última expresión de la maloka. Después, ya desde la Roma republicana en adelante nada volvería a ser jamás lo mismo.
Es ya en la consolidación de la primera revolución industrial y en la antesala de la que le siguió cuando aparece la idea de que la prensa y los medios de comunicación masivos son un cuarto poderes, al lado del poder ejecutivo, judicial y legislativo, que Montesquieu había concebido e identificado a comienzos del siglo XVIII. Significativamente, el padre de la idea del “cuarto poder” fue Edmund Burke, un conservador británico, el principal enemigo de la Revolución Francesa, hacia finales del siglo XVIII.
Sería otro pensador conservador, M. McLuhan, en los años 60 del siglo XX, quien daría la estocada a la comprensión política y estratégica de la comunicación de masas. Distinguiendo entre “medios fríos” y “medios calientes” McLuhan advierte que lo importante no es ya el contenido de la información sino la fuente. En 1963 publica: Comprender los medios de comunicación: las extensiones del ser humano, en el que formula una idea que se impone, en toda la línea de la palabra actualmente: el medio es el mensaje.
Esto es, literalmente, la confiabilidad de una información –periodística, cultural, científica u otra– estriba en el medio que la divulga mucho mejor que en el contenido mismo. Lo que acontece es la imposición de un criterio de autoridad sobre los procesos de comunicación e información, en toda la extensión de la palabra.
Todo se agudizaría en todas las direcciones a partir de los años 1970 hasta hoy con la irrupción de las redes sociales (cfr. https://www.smartcommerce21.com/blog/el-origen-de-las-redes-sociales.-cuál-fue-la-primera), que profundizaron tales antecedentes, agudizando temas al mismo tiempo sociales, políticos y culturales de una manera perfectamente inopinada en toda la historia.
Medios privados de comunicación y función social de la comunicación
Hubo un tiempo, no hace mucho, cuando los medios de comunicación públicos eran importantes, es más, muy importantes.
Todo tiene que ver con la historia que gira alrededor de la Segunda Guerra Mundial, antes, durante y después. Había una credibilidad e importancia fundamental en muchos países de los medios públicos de información. La BBC en Inglaterra, la Rai en Italia, la Efe en España, la NPR en E.U., Radio Francia, en el país homónimo, por ejemplo. Distraían a las tropas, informaban sobre los avances militares, sentaban un sentido de unidad nacional, en fin, contribuían también a procesos de educación y cultura.
Luego, en el mundo entero, se impuso el negocio: de lejos, hoy la inmensa mayoría y los más impactantes y sólidos medios de comunicación son privados. Responden claramente a intereses y poderes claramente definidos; a nivel nacional y más recientemente a escala internacional o mundial. En el periodismo, en las editoriales, en las revistas de todo tipo, en los canales y redes de televisión, en la prensa escrita.
Hay un motivo de optimismo, frente al panorama anterior.
Existe una confluencia maravillosa entre medios alternativos de comunicación que está generando dinámicas perfectamente sorprendentes, cuando se lo ve con los ojos, por ejemplo, de Burke o de MacLuhan y de todos los suyos. Colombia es un muy buen ejemplo de ello.
Contra los esfuerzas de poder y fuerzas estatales, gubernamentales o corporativas, hoy, por primera vez en toda la historia de la humanidad occidental, la información y el conocimiento ya no pertenecen a nadie; son patrimonio común. Nuevos actores sociales. Nuevas formas de organización social, nuevas epistemologías y sí: nuevas formas de hacer política emergen, consiguientemente.
Los grandes medios de comunicación son eminentemente corporativos y obedecen a intereses del capital privado y de las fuerzas más conservadoras; dígase lo que se diga al respecto. Las noticias, independientemente del medio empleado –televisión, radio, prensa escrita, redes sociales, etcétera.– son editadas, existen criterios de censura explícitamente reconocidos y obligatorios, y, en muchas ocasiones los propios periodistas y comunicadores sociales se autocensuran. La realidad es definida, social y culturalmente, no tanto por la ciencia, como por los medios masivos de comunicación. Atender a las noticias es para la inmensa mayoría de la gente, literalmente, un acto religioso. Una elemental reflexión semiótica así lo pone de manifiesto.
Las bases de datos y la inteligencia artificial son utilizadas para generar, sistemática, táctica y estratégicamente, información espuria (fake news), a través de bots. Existen planes diseñados y muy refinados para generar información falsa y mentir, en gran escala. La fenomenología al respecto es amplia y sería muy profuso describirla. Frente a este estado de cosas, ámbitos como la ética, la religión, educación, derecho –público y privado– se convierten en algo menos que en ciencia ficción. Que es lo que podría acaso abrir una compuerta para distinguir entre medios privados de comunicación y función pública de la información.
En contraste, existe un tejido de medios y formas alternativos de comunicación y, con ellos, formas alternativas de educación y de organización social. No es inevitable que el mundo se informe por medios totalmente cooptados y definitivamente instrumentales.
En Colombia, existe una red con altos y bajos de emisoras comunitarias, emisoras universitarias, muchos medios locales de comunicación, prensa independiente, periodistas valerosos e íntegros, canales alternativos en redes como YouTube, mucho contacto humano que opera de manera creativa, y también un creciente conocimiento y uso de la web profunda.
Crecientemente, la gente gana conocimiento acerca de las falsedades de los grandes medios de comunicación –generalizando– y de otras alternativas y posibilidades. Es aquí cuando entran Wikileaks o Telegram, por ejemplo.
WikiLeaks
Bien vale la pena, de tanto en tanto observar la página de WikiLeaks (https://wikileaks.org). Ofrece una mirada refrescante sobre procesos, fuentes, dinámicas, realidades en los planos de inteligencia, política internacional, corporaciones, economía global, armas, ejércitos y guerras, para señalar los grandes ejes; aunque otra información también es posible encontrarla allí. Cualquier cosa menos la zalamería de cultura popular (show business) y deportes, que es de lo que principalmente están hechos los grandes medios, particularmente en América Latina; y chismes, muchos chismes y banalidad.
WiliLeaks –que significa literalmente: el “filtrado de información para el alcance de todos”–, fue fundada por Julián Assange en el año 2006 con la intención de “[…] ofrecer a la vista de la sociedad mundial información que normalmente aparece como clasificada”; esto es, secreta. WikiLeaks está disponible en veinte idiomas, incluido, desde luego el español. Por estas actividades –que técnicamente se llaman hacktivismo– J. Assange fue perseguido y acusado de actividades ilegales por parte de Estados Unidos. Los grandes poderes le tienen un pavor enorme. La información y la transparencia.
Una metáfora literaria y mística se impone en este punto. Retomando el lenguaje de poetas y místicos de la Edad Media, el mundo se divide en dos clases de seres: los de la luz y los de las tinieblas. Los seres de las tinieblas le temen a la luz, a la transparencia, a la verdad. En contraste, los seres de la luz no tienen cosas qué esconder y no le temen a la verdad, todo lo que ella acompaña e implica. En una palabra, los seres de las tinieblas representan a la muerte. Los seres de la luz a la vida.
(Digamos, entre paréntesis, que bastaría con una lectura desprevenida de las obras de Hildegaard von Bingen, el Maestro Eckhart, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, por ejemplo).
Hacia la segunda mitad de 2024 J. Assange recuperó su libertad, no sin antes declararse culpable de: periodismo. Una curiosa y terrible declaración.
Lo cierto es que WikiLeaks ha sufrido perseguida, anatemizada por los grandes poderes corporativos, por el simple hecho de hacer públicos documentos que explican y justifican algunas de las grandes decisiones alrededor del mundo: ataques a países, declaraciones de guerra, matanzas de gobernantes, transacciones financieras y comerciales, y muchas más.
La sociedad tiene derecho a saber y a estar informada. Al fin y al cabo, la información pública es un derecho fundamental. Como otros muchos: a la vida, a la educación, a la libertad de creencias, por ejemplo.
Telegram
En el año 2013 dos hermanos rusos, N. y P. Dúrov crean la red Telegram, una aplicación de mensajería instantánea, análoga a WhatsApp, a su vez creada en el 2009, pero en el 2014, Facebook, hoy Meta, de M. Zuckerberg, la compró. En ambos casos, se trata de aplicaciones de comunicación instantánea que admiten texto, imágenes y videos. Digamos de pasada que este tipo de aplicaciones contribuyó a la casi desaparición de un género literario y de comunicación: el epistolar.
Al mismo tiempo, o en tiempos próximos, el Departamento de Estado de los Estados Unidos declaró a Amazon Google, Apple y Facebook como de interés nacional; y a la vez, se ha pronunciado en contra del carácter monopólico de estas empresas.
Telegram permite formar grupos de hasta 200.000 personas. WhatsApp sólo permite tener algo más de 1000 personas en un grupo, y un máximo de cien grupos. Desde todos los puntos de vista –tecnológico, político, social, económico– Telegram surgió y siempre se ha planteado como alternativa a WhatsApp. Aquí comienza el problema.
El manejo de la información, las posibilidades de acceso a la misma, sus implicaciones y consecuencias son, hoy por hoy, un asunto eminentemente político y estratégico. Un ejemplo elemental es suficiente.
Los “me gusta” o “no me gusta”, o los silencios que las personas ponen en las distintas aplicaciones, Facebook, Instagram, y demás, permiten elaborar perfiles de las personas. Por ejemplo, sus preferencias ideológicas, o sus gustos personales, o sus inclinaciones sexuales, o su capacidad económica. De hecho, son mucho más importantes las cosas a las que no se les da “like” que a las que sí; los amigos que no se tienen que los que se aceptan.
Los perfiles de cada quien se acumulan y guardan y puede hacerse con ellos lo que se quiera; literalmente, los que Facebook o YouTube quiera o a las fuerzas y presiones que se ejerzan sobre ellos para que se les suministre esa información. Recuérdese que –y no es una casualidad– de tanto en tanto aparecen noticias sobre grandes de bases de datos que, o bien fueron hackeadas o vendidas sin autorización de los usuarios. La información puede guardarse indefinidamente; no vence, no le entran hongos, no ocupa espacio físico.
Toda la información en la web configura la huella digital de cada quien. Y es virtualmente imposible borrarla. (Sugeriría tener más amigos distintos, incluso los que no son “amigos”, usar menos las redes, darle “likes” a cosas absurdas, por ejemplo).
Es fundamental una educación política acerca de los medios, cabales, usos, implicaciones y demás de la sociedad de la información. La ciberseguridad debe ser un logro ciudadano. Volveré al final sobre esto.
Pues bien, la detención en Paris de P. Durov no es sino un paso adicional en la preocupación de los grandes poderes por cooptar los medios que son masivos, aquellos que no se ajustan a las políticas establecidas de control. Muy significativamente, de tanto en tanto, las grandes agencias de seguridad de los principales países exigen a las empresas de información y comunicación que se permita la introducción de pequeños programas informáticos que permiten rastrear y capturar la información de cualquier usuario. Es lo que hace Google, o Mozzila, o Firefox, o también Safari, por ejemplo.
La inmensa mayoría de mensajes “spam” son en realidad formas de intromisión en los sistemas operativos que se usan.
Cuando las presiones políticas, financieras o corporativas no son eficientes, se procede a perseguir a sus dueños y presidentes con cualquier pretexto. Es lo que sucedió, primero con Assange y luego con Durov. Se trata al mismo tiempo de un mensaje de alerta para los demás sistemas, aplicaciones, portales y sitios de lo que les puede suceder si no se pliegan y someten.
El escándalo de Pegasus en Colombia permitido y promovido por el gobierno de Duque y revelado por el de Petro, responde exactamente a esta lógica. Se trata de programas informacionales destinados a espiar a cualquier usuario.
El caso Tik Tok
A comienzos del año 2024 el Congreso de los Estados Unidos creó una ley que o bien obliga a que la empresa Tik Tok, que es propiedad de ciudadanos chinos, la venda a interesados norteamericano o quede expulsada del país.
La razón no es difícil. Muchos usuarios ponen toda la información que quieren en Tik Tok, y esa información vale todo el oro del mundo. Análogamente a lo que acontece con las otras aplicaciones y sistemas.
Solamente en E.U. Tik Tok tiene ciento setenta millones de usuarios. Existe un elemento adicional. Los tipos de aplicaciones se corresponden a capas sociales o demográficas. Los más jóvenes usan atávicamente Instagram o Tik Tok. Los usuarios de Facebook no son precisamente el segmento más joven de la sociedad. Esta caracterización se aplica sin dificultad a la variedad de aplicaciones y sistemas de redes sociales.
Significativamente, mientras en E.U se prenden las alarmas con respecto a Tik Tok, en Inglaterra se prohibió el uso de la aplicación en los dispositivos personales. Por otra parte, ningún funcionario de la Comisión Europea tiene autorización para usar esta red.
En todas estas y muchas otras aplicaciones hay un fenómeno singular: se puede ubicar el lugar de un usuario, sus recorridos, y hábitos, y así elaborar perfiles de múltiples usos y fines. Los celulares de cada quien graban voz e imagen incluso aunque no se usen, incluso aunque estén apagados. Asistimos a un sistema de espionaje ciudadana en toda la línea. Libertad y democracia son menos que palabras huecas.
Ciberseguridad para los ciudadanos
Los temas de ciberseguridad son usualmente vistos como un asunto de gobiernos y Estados, de fuerzas de seguridad y de policía, y ocasionalmente también como un tema del capital privado y corporativo. Todo lo cual es cierto.
Sin embargo, adicionalmente, es y debe ser un tema propio de la ciudadanía, en toda a línea de la palabra.
Hay un tema elemental que no admite dilaciones. La información se alimenta de datos. Un dato es una cifra, una imagen, un movimiento, un gesto, una palabra, un silencio, y demás. Pues bien, los datos les pertenecen a las gentes. Vienen de ellos y les deben ser devueltos todos los datos. Esta es la expresión política y social de: ciencia abierta y datos abiertos, una cuestión que no siempre ocupa el foco de la mirada en los movimientos sociales y políticos. Muchas veces, ni siquiera de los gobiernos.
Los diferentes movimientos sociales –en toda la línea de la palabra– deben emprender acciones de educación en ciberseguridad. Esto es, qué es la información y cómo se la maneja. La información no pertenece a los gobiernos ni a los Estados; no pertenece a los organismos de policía y los sistemas de seguridad; no pertenecen al sector bancario o a la empresa privada. La información es un acervo de la sociedad, punto.
Existen efectivamente delitos informáticos. Pero es igualmente cierto que también se puede hablar de terrorismo informático privado o estatal. En eso consiste la producción de información espuria o el ocultamiento de información, incluso con argumentos de “seguridad nacional”. “interés privado”.
Es una realidad en disputa. Otros Assange vendrán; otros Durov pueden tener lugar. Cada quien puede ser –¡es!– su propio WikiLeaks o Telegram o Tik Tok.
La información y la comunicación constituyen el verdaderamente pegamento de la vida social; es aquello que une a individuos, grupos y comunidades. Lo que quieren los grandes poderes es que la información separe y genere suspicacias y receles.
Volviendo a la metáfora medieval. Los seres de la luz pueden triunfar y espantar a los de la oscuridad, así: con más y mejor información, con más y mejor conocimiento, con más y mejor educación. Todo lo que se sigue de ellos. ν
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